domingo, 2 de octubre de 2011

A los jóvenes


“¿Puede hoy un hombre de veinte años formarse un proyecto de vida que tenga figura individual y que, por tanto, necesitaría realizarse mediante sus iniciativas independientes, mediante sus esfuerzos particulares?  Al intentar el despliegue de esta imagen en su fantasía, ¿no notará que es, si no imposible, casi improbable, por que no hay a su disposición espacio en donde poder alojarla y en que poder moverse según su propio dictamen? Pronto advertirá que su proyecto tropieza con el prójimo, cómo la vida del prójimo aprieta la suya. El desánimo le llevará, con la facilidad de adaptación propia de su edad, a renunciar no solo a todo acto, sino hasta a todo deseo personal, y buscará la solución opuesta: imaginará para sí una vida standard, compuesta de desidetara comunes a todos y verá que para lograrla tiene que solicitarla o exigirla en colectividad con los demás. De aquí la acción en masa”.
José Ortega y Gasset

Los jóvenes de hoy se sienten como en una prisión en donde se van amontonando muchos mas presos de los que caben, ninguno puede mover alguna extremidad por propia voluntad e iniciativa sin pasar a llevar a los demás. Debido a esto cualquier movimiento individual es imposible y deben ejecutarse como al unísono, hasta el respirar debe hacerse a ritmo de reglamento común. El mundo de los jóvenes es un hormiguero, en donde las líneas generales del colectivismo apaga cualquier iniciativa excepcional. De este famelismo virulento de los jóvenes emana el principal síntoma de las actuales generaciones: el des-individualismo. Las actuaciones individuales son aplastadas por –sobre todo- ciertas minorías que detentan poder político contingente.
Hay una oprobiosa degradación del entusiasmo por la inteligencia juvenil. No se les considera o se les considera insuficientemente…personas (Persona, es ser a la vez vida individual y vida colectiva). Existe, aunque atmosféricamente, una fuerte y creciente inclinación a extender de modo globalizante el poder de la sociedad sobre el individuo, tanto por medio de la fuerza de una “inteligencia oficial”, como por la fuerza de las leyes acomodaticias. Stuart Mill, ya lo dijo, que la disposición natural de los hombres, sea como soberanos o como conciudadanos, es tratar, por todos los medios, de imponer a los demás como regla general y única de conducta, “su” opinión y “sus” gustos. A Stuart Mill, siempre le preocupó la homogeneidad de mala clase que acarrea la estandarización de la cultura y sus enquistamientos en los estamentos sociales.
Pero para que lo humano se enriquezca, consolide y perfeccione es necesaria cierta “variedad de situaciones”, es forzoso el emplazamiento de circunstancias diferentes…así, al fallar quedan otras posibilidades abiertas. Esta pluralidad de conciencias se le reconoce como bien y no como mal; la manía tendenciosa de un igualitarismo desjerarquizante  son cortinas de humo de esa parte social que profita de los poderes fácticos.
Pero algo esta sucediendo subterráneamente.
Todo cansa. Y los jóvenes empiezan a estar cansados. ¿De qué? Precisamente de eso, de ser masa indiferenciada. Desde ese ánimo perdido, desde esa fe en sí mismos despreciada, emerge cierta indocilidad que dará problemas a los llamados dirigentes. Comienzan a sentir que esa falta de resistencia y rebeldía ha causado grandes catástrofes y aspiran y necesitan pilotear sus vidas con la vivacidad expresiva que les es propia. Los jóvenes podrían contemplar pronto horizontes favorables y propicios: la juventud y sus individuales iniciativas están en vías de recobrar cierto poder social perdido. Son tiempos de jóvenes, edades de iniciación y beligerancia constructiva.

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