domingo, 8 de julio de 2012

Enrique Granados - Danza Española nº 5

Dualidad

El hombre tiene una extraña manera de estar en el mundo. Se debate entre energías descendentes y ascendentes. Tiene el poder de crear dioses y demonios. Los hace con sus virtudes y defectos, con su bondad y maldad, con su vida y su muerte.
En una extraña mezclatura entre lo que repta y lo que vuela, energías representadas por la tierra y el aire oponiéndose y batallando entre sí, a semejanza y en correspondencia con los otros elementos del cosmos: el agua y el fuego –eso sonó esotérico-.
El mito del carro alado de Platón describe muy claramente esa condición dual del ser humano. El alma es como una fuerza natural que mantienen unidos un carro y su auriga. El caballo alado y los aurigas de los dioses son todos ellos buenos; el de los hombres no. En nuestro caso, el auriga guía una pareja de caballos alados; uno hermoso y bueno, el caballo de cielo; otro malo e irascible, el caballo de tierra, por lo que la conducción resulta dura y difícil:
-to epithimetikón: el insaciable apetito humano; el deseo, parte concupiscible. Satisface sus necesidades físicas: el caballo negro.
-to thimoeides: el coraje, valor, impulso, valentía: el caballo blanco.
-to logistikón: en el medio la razón, inteligencia, parte racional la pertenencia al logos (el auriga).

En una extraña escena fantasmagórica las almas se desdoblan, se unen, se reúnen, adquieren dos cabezas para un solo cuerpo, dos cuerpos para una única cabeza, se abrazan consumiéndose, se devoran para renacer una vez más en una barahúnda infernal, en un remolimiento de cuerpos y almas, en un tumulto indescifrable. ¿Qué nombre dar, qué sentido preciso atribuir a esas contradicciones que parecen pertenecer al delirio o al capricho de un soñador solitario y que sin embargo se encuentran en todo el devenir humano como  sombras incorpóreas de un gran sueño colectivo? ¿Qué virtudes son, qué pecados encarnan? A veces creemos descifrar ese lenguaje críptico, esa antinomía que marea, esa simbología dual, pero inmediatamente se evaporan en la inanidad monstruosa de las combinaciones.

El hombre es una combinación de bien y mal; en el medio está la mentada conciencia moral…que tantas amarguras nos ha traído. Porqué no nos dejaron instalados mas allá de bien y del mal?. Que bueno hubiese sido ser inconcientes de nuestros actos…o nó?.  Pero esta conciencia moral tiene su lado profiláctico (es una suerte de preservativo para el alma), es también conciencia de la libertad, conciencia de que no todas las posibilidades de elección son igualmente valiosas. Por eso es especialmente importante plantearnos qué es y como funciona. La misma palabra que usamos para referirnos a ella ya nos da una pista: estar consciente significa darse cuenta de lo que ocurre alrededor. La conciencia es una forma de conocimiento o de percepción del mundo. La conciencia moral es con lo que nos damos cuenta de lo que vale, de lo que merece la pena para la vida, de lo que es bueno -o bien, de lo que no merece la pena, de lo malo, de lo que hay que evitar-.

¿A usted le gusta joder, tolerar o andar a besos con los demás?