Cada uno de nosotros mira el mundo desde su particular punto de vista.
Este punto de vista que es individual es el único desde donde puede mirarse el mundo en su singular realidad.
La realidad, multifacética, heterogénea, varia no puede ser mirada sino desde el lugar geométrico, la situación espacial, que cada uno ocupa, fatal e irremediablemente, en el Universo.
A esta doctrina se le ha llamado, en filosofía, Perspectivismo.
Donde está mi pupila no está otra; lo que de la realidad ve mi pupila no la ve otra. “Somos insustituibles, somos necesarios”. “El punto de vista-dice
Ortega y Gasset- individual me parece el único punto de vista desde el
cual puede mirarse el mundo en su verdad”.
El Perspectivismo no es un relativismo a ultranza (como algunos), tampoco es su deformación, sino, al contrario, es su organización. La perspectiva es uno de los componentes de la realidad. Porque una realidad que vista desde cualquier mirador resultase siempre igual –el mismo cuadro- es un concepto absurdo.
Cada uno de nosotros es un punto de vista sobre el universo. Federico Nietzsche entendió por Perspectivismo la condición por la cual “todo centro de fuerza –y no solamente el hombre- construye todo el resto del Universo partiendo desde sí mismo o sea prestando dimensiones al Universo, forma y modelo, medidas por la propia fuerza”. El tema por ser tan inmediato, tan de “primer plano” pasa desapercibido.
El cuerpo físico de cada uno de nosotros, hace de nosotros un personaje inexorablemente espacial. Me ubica en un sitio y me excluye de todos los demás.
El cuerpo, pues, nos limita, no nos permite ser ubicuo, estar en dos o mas partes al mismo tiempo, como quisiéramos muchas veces . El cuerpo nos sitúa, “la realidad del hombre presente está constituida, entre otras cosas, por ese concreto punto de tangencia cuyo lugar geométrico se llama ‘situación’. En esa “situación” la física que nos limita, que generalmente es un ámbito arquitectónico, y en la cual se haya inscrito nuestro destino; elegido algunas veces, impuesto otras; predestina forzosamente gran parte del contenido de nuestra vida, circunscribe el ámbito de nuestros problemas y, como decíamos, limita las posibilidades de las soluciones. Mas allá de la situación esta la “circunstancia” –la estancia que me circunda- mundanal. El mundo más allá de mi emplazamiento físico. "Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo. Benefac loco illi quo natus est, leemos en la Biblia. Y en la escuela platónica se nos da como empresa de toda cultura, ésta: "salvar las apariencias", los fenómenos. Es decir, buscar el sentido de lo que nos rodea."
Es nuestro “aquí, ahora”, inexorable, ineludible, inevitable. En el punto o lugar en que ubicamos nuestro cuerpo, lo llamamos “aquí”. Y aunque cambiemos de sitio, aunque llevemos nuestro cuerpo a otro lugar, ese lugar pasará a ser nuestro “aquí”. Cualquier sitio, cualquiera, en donde me sitúe de presencia física, será mi “aquí” y; este será mi
punto de vista, es decir, mi ubicación precisa, que se convierte automáticamente en una perspectiva. La perspectiva es el orden y la forma que la realidad toma para el que la contempla. Si varía el lugar que el contemplador ocupa, varía también la perspectiva.
La cibernética anda a la caza de “un sitio” desde el cual se vea la realidad en su totalidad, una megapupila heterotópica que observe hacia y desde todos los puntos del espacio, una especie de perspectiva divina.