viernes, 18 de noviembre de 2011

METAFÍSICA DE LA PERSPECTIVA

Cada uno de nosotros mira el mundo desde su particular punto de vista.
Este punto de vista que es individual es el único desde donde puede mirarse el mundo en su singular realidad.
La realidad, multifacética, heterogénea, varia no puede ser mirada sino desde el lugar geométrico, la situación espacial, que cada uno ocupa, fatal e irremediablemente, en el Universo.
A esta doctrina se le ha llamado, en filosofía, Perspectivismo.
Donde está mi pupila no está otra; lo que de la realidad ve mi pupila no la  ve otra. “Somos insustituibles, somos necesarios”. “El punto de vista-dice
Ortega y Gasset- individual me parece el único punto de vista desde el
cual puede mirarse el mundo en su verdad”.
El Perspectivismo no es un relativismo a ultranza (como algunos), tampoco es su deformación, sino,  al contrario, es su organización. La perspectiva es uno de los componentes de la realidad. Porque una realidad que vista desde cualquier mirador resultase siempre  igual –el mismo cuadro- es un concepto absurdo.
Cada uno de nosotros es un punto de vista sobre el universo. Federico Nietzsche entendió por Perspectivismo la condición por la cual “todo centro de fuerza –y no solamente el hombre- construye todo el resto del Universo partiendo desde sí mismo o sea prestando dimensiones al Universo, forma y modelo,  medidas por la propia fuerza”. El tema por ser tan inmediato, tan de “primer plano” pasa desapercibido.
El cuerpo físico de cada uno de nosotros, hace de nosotros un personaje inexorablemente espacial. Me ubica en un sitio y me excluye de todos los demás.
El cuerpo, pues, nos limita, no nos permite ser ubicuo, estar en dos o mas partes al mismo tiempo, como quisiéramos muchas veces . El cuerpo nos sitúa, “la realidad del hombre presente está constituida, entre otras cosas, por ese concreto punto de tangencia cuyo lugar geométrico se llama  ‘situación’. En esa “situación” la física que nos limita,  que generalmente es un ámbito arquitectónico,  y en la cual se haya inscrito nuestro destino; elegido algunas veces, impuesto otras; predestina forzosamente gran parte del contenido de nuestra vida, circunscribe el ámbito de nuestros problemas y, como decíamos, limita las posibilidades de las soluciones. Mas allá de la situación esta la “circunstancia” –la estancia que me circunda- mundanal. El mundo más allá de mi emplazamiento físico. "Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo. Benefac loco illi quo natus est, leemos en la Biblia. Y en la escuela platónica se nos da como empresa de toda cultura, ésta: "salvar las apariencias", los fenómenos. Es decir, buscar el sentido de lo que nos rodea."
Es nuestro “aquí, ahora”, inexorable, ineludible, inevitable. En el punto o lugar en que ubicamos nuestro cuerpo, lo llamamos “aquí”. Y aunque cambiemos de sitio, aunque llevemos nuestro cuerpo a otro lugar, ese lugar pasará a ser nuestro “aquí”. Cualquier sitio, cualquiera, en donde me sitúe de presencia física, será mi “aquí” y; este será mi
punto de vista, es decir, mi ubicación precisa, que se convierte automáticamente en una perspectiva. La perspectiva es el orden y la forma que la realidad toma para el que la contempla. Si varía el lugar que el contemplador ocupa, varía también la perspectiva.

La cibernética anda a la caza de “un sitio” desde el cual se vea la realidad en su totalidad, una megapupila heterotópica que observe hacia y desde todos los puntos del espacio, una especie de perspectiva divina.

domingo, 13 de noviembre de 2011

J. S. Bach - Air

Individualismo provinciano

Estamos viviendo una época de exacerbado individualismo; pero no el individualismo puro y hasta sano - la autarquía aristotélica- del liberal, sino el individualismo del hombre masa. El hombre masa ha conseguido poderío social gracias a su “filosofía”: no da razones ni tampoco quiere tener la razón.
Con el advenimiento de la democracia se esperaba un nuevo hombre nacional; el hombre persona. La idea de persona encierra una bella intención: de que todos somos iguales sin perder nuestra identidad, por tanto debería “comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Pero sucede remotamente aquello. Hoy, por un lado priman los valores crematísticos; mejor digamos seudovalores. Estos “valores” son los bienes de los que antes tenían  muy poco o nada patrimonio económico; y de pronto gracias a circunstancias puramente contingentes han logrado tener un automóvil y un puesto en la administración pública o un negocio de abastos.
 Por otro lado, producto de una ideología neoliberal, ha surgido en la escena nacional el “hombre snob”, ese hombre petulante, aristofílico, light; que cree ingenuamente que se las sabe todas; que está por encima de sus congéneres  y que cree  que su valor y el de los demás radica fundamentalmente, en sentirse parte de una minoría selecta de tribunos y patricios que trata con la turbamulta desde lejos.
A estas dos actitudes nacionales que ha traído la recuperada democracia se suma el mal endémico de las ciudades satélites de la capital: el provincianismo.
En el antiguo Imperio Romano los pueblos que no resistieron el avance imperial, fueron relegados a  las “provincias”. Vencidos, fueron reducidos a la condición de “provincias”, palabra que significa precisamente eso: el lugar de los vencidos.
La principal característica del provinciano de hoy está en tratar de creer que su provincia es el centro del universo, pero  en el fondo sabe que la civilización está en la Capital del Imperio; se siente como un súbdito al cubo, algo así como un menor de edad frente al poder político omnímodo del Imperium central, pero su actitud  soberbia en medio de su parcela  de transtierra es la del todopoderoso Zeus.
En Chile, lamentablemente, a diario se encuentra uno más a menudo con gente así: el pseudearistócrata provinciano que le ordena a su secretaria -que antes era una modesta dueña de casa- que pregunte a través del interfono “¿de qué empresa viene, ya que el señor está muy ocupado?”.