Pensamiento y corazón circulan entre las cosas y los casos. Y en este ir y venir se reflejan en su horizonte especular las flamas de su perimetría. Tristeza, amargura, melancolía priman por estos días en que atención resbala sobre las realidades circundantes sin detenerse en ninguna. Nuestra voluntad da giros circulares alrededor de que lo “que hay que hacer” sin detenerse a de-terminar. Somos el personaje de novela que sufre inacabablemente. ¿Exceso de idealismo? No nos interesa ni el dinero ni el halago; en plena y dolorosa conciencia de nuestros radicales defectos solo deseamos cierto imperativo de verdad, ciertas visiones que nos perfilen de nuevo la periferia de nuestra personalidad. Hemos perdido el fondo sustancial y sólido de la pisada segura y sorteamos boyas que se bambolean sobre el océano impreciso de las superficialidades.
La melancolía, la tristeza, el descontento son la compañía diaria de nuestro espíritu y operan como vaho nocivo sobre aguas estancas; esas emociones de desazón, de desamparo y vacío infinito nos dejan paralíticos –al margen de algunos intentos reprimidos- y tullidos a la orilla desierta del río bullente de la vida. Es entonces cuando advertimos el enorme desequilibrio entre nuestro ser virtual y nuestro ser actual. Y eso, eso es la inmensa infelicidad.
El conjunto de nuestros quehaceres espirituales no son más que sombras húmedas, oscuridad fría y dolorosa. Lejos están los amores apasionados o algún estado intenso de alegría. Miramos hacia atrás y…no hay rastros, ni estelas…ni mundo. Solo vacío y sombras sin movimientos ni gesto alguno sugestivo. Los tormentosos aullidos de acedía que irrumpen de la literatura romántica –ahora lo sabemos- son los quejidos de la sensibilidad, irritada como un perro enfermo, ante esa fantasmagoría que es el propio espíritu indolente y apático.
Se vive como un hongo, atenido a lo poco de sí mismo, sin ligadura al mundo circundante, sin interacción ni cambio de intimidades con el entorno inmediato. En nada ni nadie se encuentra alguna solicitud lo bastante interesante. Este escrito de hoy es otro de tantos bostezos de aburrimiento trascendental y hondo cansancio vital ante un mundo en que todo es insuficiente.