martes, 27 de diciembre de 2011

La fotografía: tiempo congelado

El tiempo es algo en lo que se puede fijar arbitrariamente un punto que es un ahora, de tal manera que en relación con dos puntos temporales siempre se puede decir que uno es anterior y otro posterior. A este respecto ningún ahora puntual del tiempo se distingue de cualquier otro. Cada punto, como un ahora, es el posible antes de un después; y como después, es el después de un antes.        Martín Heidegger

 La fotografía es una imagen denotada. Muchas veces es claramente explícita y las más veces es puramente alusiva. Alude a una circunstancia pero no la transcribe en su pleno significado. Sabemos que la percepción visual humana es tremendamente compleja; sin embargo, la lente de una cámara fotográfica, como el ojo, debido a la sensibilidad lumínica, registran imágenes  a la misma velocidad en que ocurren. Percibimos la realidad como una fluencia unidimensional que viene comandada por una entidad misteriosa que viene del futuro, pasa raudamente frente a nosotros, en un presente inasible, y se precipita inequívocamente hacia el pasado, convirtiéndose en ese mismo instante en existencia abolida, inerte, inmaterial. En la memoria humana se convierte en recuerdo, a veces claro como mediodía, a veces difuso como...una fotografía desenfocada. Pero lo que hace una cámara fotográfica a diferencia del aparato ocular es muy particular. La cámara fija la apariencia del acontecimiento. Captura -de  ese fluido unidimensional- el fenómeno, lo que aparece, la apariencia de lo visible y lo congela, lo bloquea, lo conserva; no para siempre, pero sí mientras exista la película y/o los píxeles. 
La fotografía hace con la realidad humana un ejercicio que es muy difícil de hacer. La fenomenología llama "poner entre paréntesis" un hecho, para poder estudiarlo. La captura de la realidad objetiva ha sido un problema constante de la filosofía. En ese sentido el "realismo aristotélico" es el que más se acerca a la cámara fotográfica. La realidad es lo que perciben los sentidos. Y el sentido de la vista siempre ha sido poderoso en esa búsqueda.  El "ver para creer" de Santo Tomás. Por supuesto que la llamada "corriente de la conciencia", a lo Proust o a lo Joyce; o la primacía de "la idea" de Renato Descartes no puede ser aprehendida por una instantánea fotográfica; pero sí la expresión, el fenómeno externo. El sentido de un evento - diría Enrico Castelli- trasciende su eventualidad. La intención -gracias al Venerable - es privativo arcano de cada cual. 
La fotografía ha sido un registro del devenir de la realidad humana y su circunstancia mucho más infalible que la frágil memoria. Aunque se diga que este registro es segmentado, parcelado; instantes apenas, breves como el click de la cámara. Antes de la invención de la cámara fotográfica no había nada -aparte de la narrativa, que también tiene sus limitaciones en la aprehensión de la total realidad- que registrara tan fielmente la historia del hombre, salvo los ojos de la mente: la facultad de la memoria. Con la fotografía el pasado nos trasciende haciéndose presente, el tiempo se hace eterno, y lo cotidiano se nos vuelve una cronología común y atemporal. Con la fotografía la realidad humana se hace con-mensurable, podemos hacer mediciones temporales mas precisas y colocar hitos y testigos más exactos en la temporalidad lineal y dispersiva de la historia humana. 
La fotografía también dice "yo estuve allí". Este aspecto relacionado con lo experiencial es importante. Una vida interior necesita ex-presarse. Necesita ser sacada a luz exterior, rescatarse permanentemente de la oscuridad. El arte de la fotografía es un modo de expresión artístico. En ella -el fotógrafo- al mostrar y proponer ante otros su propia experiencia de vida - punto del vista, luz y contraste,  perspectiva-, su personal apreciación, su juicio marginal; objetiviza su percepción del mundo mediatizada por la cámara. En ese sentido, el fotógrafo, no solo rescata, como en la historia, lo otro que es digno de ser salvado de la irreversibilidad del tiempo y deja grabado imperecederamente en el reino de este mundo cosas y casos que de otro modo se hubiese perdido en los túneles del tiempo y los abismos del espacio. La nada que todo lo corroe merodeando siempre la finitud del ser, la frágil y breve existencia del "bípedo implume", disolviendo implacablemente la frágil memoria humana.

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