lunes, 10 de agosto de 2015

Ese bizco y ridículo nombre de Filosofía

Antes de llamarse filósofos estos de denominaban averiguadores, develadores. Esta situación, esta nueva experiencia viviente del antiguo nuevo pensar griego, que iba a ser el filosofar, fue preciosamente denominada por Parménides  de Elea y algunas colectividades  atentas de su tiempo, con el nombre de alétheia.  En efecto, cuando al pensar meditando sobre las ideas vulgares, tópicas y recibidas respecto a una realidad, encuentra que son falsas y le aparece tras ellas la realidad misma, le parece como si hubiera quitado de sobre ésta una costra, un velo o cobertura que la ocultaba, tras de los cuales se presenta en cueros, desnuda y patente la realidad misma. Lo que su mente ha hecho al pensar no es, pues, sino algo así como un desnudar, descubrir, quitar un velo o cubridor, re-velar (=desvelar), descifrar un enigma o jeroglífico (Meditaciones del Quijote, Ortega y Gasset)”.
Todas las filosofías nos presentan el mundo acostumbrado (el de todos los días) y usual dividido en dos mundos, un mundo patente y una suerte de trasmundo o supramundo que palpita y se oculta bajo aquél y en poner de manifiesto –averiguar, develar- el cual radica la finalidad de la labor filosófica.
Habría que analizar a fondo la incitación ejemplar primera de la ocupación filosófica, procurando entender lo mejor posible esta  filosofía primigenia. Aprender así con toda precisión por qué dualiza el mundo y cómo suscita, manifiesta, muestra, devela o inventa el mundo latente, el mundo estrambótico, ultramundano e inhabitual que es el característico de la filosofía.

Desde la antigüedad la gente sabe que la filosofía es sinónimo de averiguación. Los filósofos son averiguadores, investigadores, indagadores, inquisidores, sondeadores, tanteadores. Todos estos epítetos causan un escozor psicológico y un sarpullido enojoso allá en las partes pudendas en donde  nunca nos da el sol. La turbamulta, entonces, comenzó a atacarlos, a hostigarlos, a malentenderlos, a confundirlos con otros quehaceres equívocos, y ellos tuvieron que abandonar aquel nombre, tan maravilloso como candoroso – alétheia-, y cambiarlo por otro, de generación espontánea, tremendamente peor, pero... más  ”práctico”…más simbólico e indirecto; es decir, más estúpido, más ridículo, más villano, más cauteloso: filosofía.

La “filosofía” de Ciorán

Hubo y hay muchos enfebrecidos detractores-murmuradores y maldicientes de la filosofía.
La pregunta que siempre emerge es: ¿De qué le ha servido la filosofía al hombre? ¿Ha resuelto algún problema grave de aquellos por los cuales el género humano ha franqueado? Ciorán, gran vociferante dice:“Se puede lamentar que nada sea resuelto en este mundo; nadie, sin embargo, se ha suicidado nunca por ello; la inquietud filosófica influye poco en la inquietud total de nuestro ser "[…] “Todo lo que los filósofos han venido manejando desde hace milenios fueron momias conceptuales... ¡Ser filósofo, ser momia, representar el monótono-teísmo con una mímica de sepulturero! ". Sólo se hace auténtica filosofía en los momentos personalísimos y únicos.

Afirma Ciorán que la filosofía es parlanchina, infecunda, estéril, insensata e inútil: “El ser es mudo el espíritu charlatán… la originalidad de la filosofía está en inventar términos. El ejercicio filosófico no es fecundo, solo es honorable, se es impunemente filósofo. El filósofo es el enemigo del desastre, es tan sensato como la razón y tan prudente como ella. No comenzamos a vivir realmente más que al final de la filosofía, sobre sus ruinas, cuando hemos comprendido su terrible nulidad, y que era inútil recurrir a ella, que no iba a sernos de ninguna ayuda”.
Ciorán dice que encuentra en la filosofía el verdadero impulsador…, el odio: “La historia de las ideas es la historia del rencor de los solitarios". No hay considerable odio que, entre los energúmenos filósofos que protegen sus artilugios pirotécnicos conceptualoides con mayor o igual celotipia que los animales cuidan a sus cachorros, y construyen casetas de vigilancia desde las cuales otean compulsivamente el castillo de naipes de la verdad “absoluta”. Digamos, primero que no hay nada más improductivo que un conciliábulo de filósofos (En esto coincidimos con Ciorán).¿Qué es un congreso de filosofía?: Exposición exhibicionista de ataques virulentos y represiones defensivos de acalorado fanatismo conceptual donde sólo existe “mi” verdad que creo y quiero imponer como verdad universal y absoluta. Ejemplo: un filósofo que presenta una ponencia en un congreso de filosofía es, por un lado, una víctima presta al sacrificio por sus colegas; y por otro, un atrabiliario gladiador que desde su atalaya estará dispuesto a despellejarse y mostrar las vísceras de la mismísima Verdad, a dejar que corra su sangre sobre la arena,  a costa de que esa verdad, sea mayoritariamente reconocida y “tragada” por los demás conciliábulos. Se dice que hay nadie más intolerante que la especie filosofante a causa de su endógena inclinación a juzgar, a etiquetar y, asignarse una posición sobresaliente con los saberes. Cioran ha señalado que la filosofía es un precipitado de individuos y pueblos biológicamente superficiales. Sontag reflexionando sobre Cioran nos dice: “La filosofía no es más que una ilusión intelectual pasada de moda, uno de los componentes del provincialismo de espíritu de la infancia del hombre ".
La filosofía es un divertimento inútil, un universo inverosímil medianamente bien articulado, es una retahíla encadenada de conceptos sobre conceptos que se repiten insistentemente bajo el pretexto de que son los problemas esenciales a dicha disciplina y por ende al hombre.


El siguiente texto de Ciorán condensa lo que hemos dicho acerca de la inutilidad del ejercicio filosófico, y uno de los que mas brilla por su agudeza:”Frente a la música, la mística y la poesía, la actividad filosófica proviene de una savia disminuida y de una profundidad sospechosa, que no guardan prestigios más que para los tímidos y los tibios. La filosofía -inquietud impersonal, refugio junto a ideas anémicas- es el recurso de los que esquivan la exuberancia corruptora de la vida. Poco más o menos todos los filósofos han acabado bien: es el argumento supremo contra la filosofía. El fin del mismo Sócrates no tiene nada de trágico: es un mal entendido, el fin de un pedagogo, y si Nietzsche se hundió fue como poeta y visionario: expió sus éxtasis y no sus razonamientos... qué pocos de los sufrimientos de la humanidad han pasado a su filosofía... Se es siempre impunemente filósofo: un oficio sin destino que llena de pensamientos voluminosos las horas neutras y vacantes... ¿Y acaso esos pensamientos se han materializado en una sola página equivalente a una exclamación de Job, a un terror de Macbeth o a una cantata? El universo no se discute; se expresa. Y la filosofía no lo expresa. El filósofo "enemigo del desastre, es tan sensato como la razón y tan prudente como ella". No comenzamos a vivir realmente más que al final de la filosofía, sobre sus ruinas, cuando hemos comprendido su terrible nulidad, y que era inútil recurrir a ella, que no iba a sernos de ninguna ayuda". Qué ventaja hay en saber que la naturaleza del ser consiste en "voluntad de vivir" en la "idea", o en la fantasía de Dios o de la Química. Simple proliferación de palabras, sutiles desplazamientos de sentidos. ... Sólo estamos seguros en nuestro universo verbal, manejable a placer, e ineficaz. El ser mismo no es más que una pretensión de la Nada. El ser es mudo y el espíritu charlatán. Eso se llama conocer. La originalidad de los filósofos se reduce a inventar términos. Estamos abismados en un universo pleonástico en el que las interrogaciones y las réplicas se equivalen".