miércoles, 1 de octubre de 2014
La metafísica como salvación
De Karl Jaspers leemos en "Esclarecimiento existencial" lo siguiente:
"El hombre,
salido de la infancia, trabaja, pero el látigo y el pan lo movilizan; entregado
a la libertad, es inerte y lascivo. Su ser-ahí es comer, aparearse, dormir, y,
si cuando éstos se dan en medida
insuficiente, la miseria. Para otro trabajo que no sea mecánico, que pudiera
aprender, no es capaz. A él lo dominan la costumbre, además aquello que en su
círculo se conoce como opinión general, y una necesidad de valer, que busca
reemplazo para su faltante conciencia de sí. En el azar de su querer y hacer se hace
patente su incapacidad para el destino. Lo pasado se le
escurre rápida e indiferentemente, su previsión se limita a lo más próximo y
grosero. Él no toma conciencia de su vida, sino sólo de sus días. No hay una fe
que lo espiritualice, nada es para él incondicionado, a no ser la voluntad
ciega de ser-ahí y el impulso vacío a la felicidad. Su ser permanece él mismo,
si acaso él trabaja en la máquina o participa en la actividad de la ciencia, si
acaso él manda u obedece, si acaso inseguro no sabe cuánto tiempo más tiene
para comer, o su vida parece asegurada. De un lado para otro movido por
situaciones está él constantemente tan sólo en el impulso de estar cerca de sus
congéneres. Faltándole una continuidad fundamentada en la comunidad y en la
lealtad de hombre a hombre, permanece como el ser de un día, sin el camino de
una vida a partir del peso del ser sustancial".
Pero, para Jaspers esta no es la situación definitiva del
bípedo implume...felizmente. Hay una posibibilidad de la existencia para salir
de ese condicionamiento ilimitado en un mundo de intereses contingentes,
conveniencias circunstanciales, apetitos por el poder temporales y éxitos
efímeros.
Esta tensión entre dos mundos: mundo y trascendencia,
ser-ahí y existencia está presente
transversalmente a través de toda la obra Jasperiana. La situación original del
hombre es de una total desorientación. Allí se acerca a la metafísica.
Para Ortega, Metafísica es que el hombre hace cuando busca una
orientación radical a su incómoda situación. Esto pre-supone que la situación
del hombre es des-orientación. Decir
“desorientación” es decir “sentirse perdido”.” El hombre se siente perdido, no
por ratos, no algunas veces sino siempre, o lo que es igual, que el hombre consiste sustantivamente en sentirse perdido. ¡Sentirse perdido! ¿Han
reparado ustedes bien en lo que esas palabras por si mismas significan, sin trascender
de ellas para nada? Sentirse perdido implica, por lo pronto, sentirse: esto es,
hallarse, encontrarse a sí mismo, pero a la par, ese sí mismo que encuentra
el hombre al sentirse, consiste
precisamente en un puro estar perdido.”
Vivir
es encontrarse irremediablemente náufrago entre las cosas y los casos. No hay
más remedio que tratar de agarrarse a ellas. Pero ellas son resbalosas,
fluidas, indecisas, fortuitas. Por eso que nuestra relación con las cosas sea
constitutivamente inseguridad. La
vida no nos es dada ya hecha, sino que cada cual tiene que hacérsela, y el
espíritu del hombre no es ser primariamente mero espectador de su existencia,
sino autor de ésta; tiene que irla decidiendo y haciendo de instante en instante. Si las cosas
que nos rodean –la circunstancia- se nos impusieran absolutamente en cada
instante, serían ellas las que decidieran de nosotros. Pero ahí está: las cosas
en la estancia que nos circunda se presentan respecto de nosotros con un
carácter indeciso, vacilante, dudoso. La vida, entonces, es primariamente encontrarse
uno sumergido entre las cosas, y mientras es sólo esto consiste en sentirse
absolutamente perdido. La vida es perdimiento. Por lo mismo nos obliga,
queramos o no, a un esfuerzo voluntarioso para orientarse en el caos, para
salvarse de esa perdición.
Este
esfuerzo es el conocimiento que arranca del caos un proyecto de orden, un
cosmos.
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