Antes de llamarse filósofos estos de denominaban
averiguadores, develadores. Esta situación, esta nueva experiencia
viviente del antiguo nuevo pensar griego, que iba a ser el filosofar,
fue preciosamente denominada por Parménides de
Elea y algunas colectividades
atentas de su
tiempo, con el nombre de alétheia. “En
efecto, cuando al pensar meditando sobre las ideas vulgares, tópicas y
recibidas respecto a una realidad, encuentra que son falsas y le aparece tras
ellas la realidad misma, le parece como si hubiera quitado de sobre ésta una
costra, un velo o cobertura que la ocultaba, tras de los cuales se presenta en
cueros, desnuda y patente la realidad misma. Lo que su mente ha hecho al pensar
no es, pues, sino algo así como
un desnudar, descubrir, quitar un velo o cubridor, re-velar (=desvelar),
descifrar un enigma o jeroglífico (Meditaciones del Quijote, Ortega y Gasset)”.
Todas las filosofías nos presentan el mundo acostumbrado (el de todos los días) y usual dividido en dos mundos, un mundo patente y una suerte de trasmundo o
supramundo que palpita y se oculta bajo aquél y en poner de
manifiesto –averiguar, develar-
el cual radica la finalidad de la labor filosófica.
Habría que analizar a fondo la incitación ejemplar primera de la
ocupación filosófica, procurando entender lo mejor posible esta filosofía primigenia. Aprender así con toda
precisión por qué dualiza el mundo y cómo suscita, manifiesta, muestra, devela
o inventa el mundo latente, el mundo estrambótico, ultramundano e
inhabitual que es el característico de la filosofía.
Desde la antigüedad la gente sabe que la filosofía es
sinónimo de averiguación. Los filósofos son averiguadores, investigadores,
indagadores, inquisidores, sondeadores, tanteadores. Todos estos epítetos
causan un escozor psicológico y un sarpullido enojoso allá en las partes
pudendas en donde nunca nos da el sol.
La turbamulta, entonces, comenzó a atacarlos, a hostigarlos, a
malentenderlos, a confundirlos con otros quehaceres equívocos, y ellos tuvieron que abandonar aquel
nombre, tan maravilloso como candoroso – alétheia-, y cambiarlo por otro, de generación espontánea,
tremendamente peor, pero... más
”práctico”…más simbólico e indirecto; es decir, más estúpido, más
ridículo, más villano, más cauteloso: filosofía.