Dedúcese de lo sagrados textos que Dios introdujo el temor desde los albores de la vida (Génesis 9, 2: Y vuestro temor y vuestro pavor será sobre todo animal de la tierra y sobre toda ave de los cielos, en todo lo que se moverá en la tierra y en todos los peces del mar. Levítico p. 26, 16: Yo también haré con vosotros esto: enviaré sobre vosotros terror, extenuación y calentura que consuman los ojos y atormenten el alma. . . Isaías 8, 13: A Jehová de los ejércitos, a él santificad: sea él vuestro temor y él sea vuestro miedo). En esto coinciden el punto de vista religioso y el científico, pues, para el biólogo actual, el miedo —heraldo de la muerte— no es, ni más ni menos, que la emoción con que se acusan, en los niveles superiores del reino animal, los fenómenos de parálisis o detención del curso vital que se observan hasta en los más sencillos seres vivos unicelulares, cuando se ven sometidos a bruscos o desproporcionados cambios en sus condiciones ambientales de existencia.
Emilio Mira y López (Los cuatro gigantes del Alma)