miércoles, 8 de agosto de 2012

Filosofomanía

Pensar es el resultado de la interacción de unos ácidos de cuyo nombre no quiero acordarme. Acido, ergo sum. Te echás una gota en las meninges y a lo mejor Oppenheimer o el doctor Petiot, asesino eminente. Ya ves cómo el cogito, la Operación Humana por excelencia, se sitúa hoy en una región bastante vaga, entre electromagnética y química, y probablemente no se diferencia tanto como pensábamos de cosas tales como una aurora boreal o una foto con rayos infrarrojos. Ahí va tu cogito, eslabón del vertiginoso flujo de fuerzas cuyos peldaños en 1950 se llaman inter alia impulsos eléctricos, moléculas, átomos, neutrones, protones, potirones, microlxitones, isótopos radiactivos, pizcas de cinabrio, rayos cósmicos: Words, words, words. Hamlet, acto segundo, creo. Sin contar —agregó Oliveira suspirando— que a lo mejor es al revés, y resulta que la aurora boreal es un fenómeno espiritual, y entonces sí que estamos como queremos... RAYUELA- Julio Cortázar

Había prometido escribir primariamente estas bloglines sobre fotografía y filmación digital áuricas; ensayos sobre sutiles campos electromagnéticos; Kirlianismo y Marxismo a la valenciana; dildoterapia y falocracia frustrada; manifestaciones ectoplásmicas de madame de Lafayette en sugestiva noir lingerie; fenómenos antiparanormales; campos de energía sudoríparas; tratamientos para el acné y las ladillas; Feng shui, ciencias esotéricas varias, numerología predictiva; humanología tántrica; flores de Bach; sobre el arte de cagar parado; reiki boliviano; terapias espirituales; calendario maya; metafísicas urbanas; registros akayicos;  armonización energética.... sin introyectar el tema de la filosofía.
 El pensamiento también puede ser una adicción. Pensar…pensar en algo. John Trinkaus, por ejemplo, -uno de los ganadores del Anti-Nóbel- de la Escuela de negocios Zicklin, Nueva York, ganó el premio por recopilar información meticulosamente y publicar más de 80 informes académicos detallados sobre molestias y anomalías propias de la vida cotidiana, tales como: qué porcentaje de jóvenes usan gorra de béisbol mirando hacia atrás en lugar de usarla hacia adelante; qué porcentaje de peatones usan zapatos blancos en lugar de usarlos de otro color; qué porcentaje de nadadores nada en la parte baja de la pileta en lugar de hacerlo en la parte profunda; qué porcentaje de trabajadores usa attachés; qué porcentaje de clientes de un supermercado sobrepasa el límite de artículos permitido en una caja rápida; y qué porcentaje de estudiantes se masturba en el baño mirando un video porno en la Ipod. Interesante estudio.
Los estudios más recientes demuestran que el cerebro de las personas adictas es un cerebro que está cambiado neuroquímicamente (sino recuérdese a Fede Nietszche).
 Ese cambio neuroquímico se manifiesta en una perturbación de los procesos cognitivos y de la conducta, especialmente de aquellos patrones de conducta asociados con la búsqueda y consumo de nuevas ideas. Estos cambios bioquímicos son producidos por la estimulación del cerebro predispuesto genéticamente del adicto que genera una reacción exagerada al pensamiento. Ortega y Gasset ha dicho que así como la eyaculación es una explosión de energía nerviosa, el pensar en como una explosión de energía cognoscitiva; esto nos convierte en una suerte de discípulos de Onán, el “intelectual”;
 y que distorsiona el sistema neural de la compensación y los instintos, por ende la conducta. La adicción a la filosofía lo transforma a uno en un energúmeno pensante. Nada más recuérdese al maese Kant de Koenisberg; el del imperativo categórico y otras yerbas; tan adictivo se había vuelto en su compulsión a pensarlo todo que cuando alguien lo distrajo estuvo enfermo un mes en cama, con una cagadera que lo dejó en los huesos.
El hombre tiene sed de conocimientos; sed de descubrimientos, de inventos; ejemplo: olvídese de la duda metódica cartesiana y de todas las dudas y comuníquese “directamente” con el mismísimos Dios,  gracias al invento de un emprendedor norteamericano que, quizá por modestia, se autonombra a sí mismo simplemente como "Dean". Una modestia inmerecida, por cierto; desde luego, si tenemos en cuenta la magnitud de su creación: nada menos que el "Yo, God! God Detector", el genuino, el original, el infalible Detector de Dios. Véalo usted mismo.

En un artículo publicado por José Antonio Marina, filósofo, “El crisol de las neuronas”  dice; ¿Somos lo que contiene nuestro cerebro? , Podría contestar afirmativamente y negativamente, el cerebro es un órgano de producción semiológica. Y un símbolo remite siempre a algo que está afuera del símbolo. ¿Está la tabla de multiplicar dentro de la calculadora? , no exactamente. Nuestra ID personal tiene un fundamento fisiológico, del que dependen nuestras características físicas e intelectuales. Pero a partir de ese nivel casi vegetativo, básico debemos estudiar la personalidad humana. Nacemos con algunos rasgos determinantes, que nos proveen facilidades y otras que nos son dificultades. Este el aspecto mas estable de la llamada personalidad. Nuestra experiencia historio-biográfica va determinando, re-estructurando mediante el aprendizaje y la actividad, algunas de estas posibilidades. A la suma de temperamento y memoria se le llama carácter. Es en gran parte adquirido, y difícil de cambiar.
Sobre estos dos niveles se construye la llamada personalidad –que lo condiciona y obliga- , que es lo que un sujeto hace con las capacidades temperamentales y caracterológicas. Hay en esto algo de fatalidad; somos lo que estamos destinados a ser. En este nivel intervienen el valorar, las ideas, las creencias, lo que llamamos cultura…en suma el pensar.
 La filosofía es el pensamiento por excelencia. Es el pensar sobre el pensar. No se trata solamente de epistemología. Toda la filosofía –hasta la del tocador- es pensamiento.

Pero hay escalas de pensamiento. Todo el mundo piensa…pero a qué profundidad?

domingo, 5 de agosto de 2012

Bach - Fuge BWV 997

Reflexión e Historia

Se dice de la reflexión, en general, que es el acto o el procedimiento con el cual el hombre toma en consideración sus mismas operaciones. Este concepto ha sido entendido de tres modos: 1) como conocimiento que el entendimiento tiene de sí mismo; 2) como conciencia; 3) como abstracción.
En el primer sentido es ya Aristóteles quién admite como hecho evidente que el entendimiento “puede pensarse a sí mismo”. Los escoláticos llamaban a este modo de reflexión: “intenciones segundas”. Santo Tomás en su célebre Suma Teológica dice: “Ya que el entendimiento reflexiona sobre sí mismo, según esta reflexión entiende tanto su entender como la especie mediante la cual entiende”.
En el segundo sentido, es Locke –filósofo inglés-, quien considera la reflexión como conciencia. Según Locke, una de las principales fuentes (la otra es la sensación) de donde el entendimiento extrae sus ideas es la reflexión; la que entiende como “la percepción de las operaciones interiores de nuestra propia mente…, cuando el alma reflexiona sobre ellas y las considera, proveen al entendimiento de otra serie de ideas que no podrían haberse derivado de cosas externas; tales como las ideas de percepción, de pensar, de dudar, de creer, de razonar, de conocer, de querer, etc.”  En este sentido dice Leibniz que “la reflexión no es mas que la atención a lo que está en nosotros, en tanto que los sentidos no nos dan, en efecto, lo que llevamos ya con nosotros”. Kant dice que la reflexión es ese estado del espíritu en que nos disponemos a descubrir las condiciones subjetivas que nos hacen posibles llegar a los conceptos. Husserl  también considera la reflexión como conciencia: “Toda cogitatio (pensamiento) puede convertirse en objeto de la llamada ‘percepción interna’ y ulteriormente en objeto de una valoración reflexiva, de una aprobación o desaprobación”.

En el tercer sentido, fueron los idealistas románticos los que consideraron la reflexión como abstracción. Fichte dice que en la reflexión se verifica el acto por el cual se considera al Yo como limitado por el objeto. Schelling aclara “que la reflexión” es una abstracción porque ‘separa’ el objeto del Yo con el Yo mismo, en tanto que, en realidad, el objeto no es más que un producto del Yo”. Hegel dice de esta reflexión que abstrae, que “no  produce más que sueños”. Esta reflexión separa el concepto de la realidad, en tanto que, para Hegel, concepto y realidad van unidos en virtud de la razón. Por eso para Hegel, la reflexión es la filosofía del sentido común.
Esta “reflexión” como abstracción es peligrosa. Es la de los románticos –idealistas empedernidos-: pues “separa” el verdadero contenido de la realidad con algún contenido soñado, que existe nada más que en la mente del soñador.

Cuando se reflexiona sobre la Historia, esta reflexión debe ser objetiva, no puede ser manipulación antojadiza de datos a favor o en contra de ideologías de moda. La Historia es ciencia empírica, nunca “interpretación” subjetiva; es acto de comprensión hacia los datos y hechos que se ubican en las “fuentes históricas”.  Esto es de suma importancia, pues la autenticidad de la vida –individual y colectiva- depende de la adhesión que prestemos a la “razón histórica”. La lógica de esta razón es la dialéctica de las experiencias históricas, cadena en que todos los eslabones cuentan.