Se dice de la reflexión, en general, que es el acto o el procedimiento con el cual el hombre toma en consideración sus mismas operaciones. Este concepto ha sido entendido de tres modos: 1) como conocimiento que el entendimiento tiene de sí mismo; 2) como conciencia; 3) como abstracción.
En el primer sentido es ya Aristóteles quién admite como hecho evidente que el entendimiento “puede pensarse a sí mismo”. Los escoláticos llamaban a este modo de reflexión: “intenciones segundas”. Santo Tomás en su célebre Suma Teológica dice: “Ya que el entendimiento reflexiona sobre sí mismo, según esta reflexión entiende tanto su entender como la especie mediante la cual entiende”.
En el segundo sentido, es Locke –filósofo inglés-, quien considera la reflexión como conciencia. Según Locke, una de las principales fuentes (la otra es la sensación) de donde el entendimiento extrae sus ideas es la reflexión; la que entiende como “la percepción de las operaciones interiores de nuestra propia mente…, cuando el alma reflexiona sobre ellas y las considera, proveen al entendimiento de otra serie de ideas que no podrían haberse derivado de cosas externas; tales como las ideas de percepción, de pensar, de dudar, de creer, de razonar, de conocer, de querer, etc.” En este sentido dice Leibniz que “la reflexión no es mas que la atención a lo que está en nosotros, en tanto que los sentidos no nos dan, en efecto, lo que llevamos ya con nosotros”. Kant dice que la reflexión es ese estado del espíritu en que nos disponemos a descubrir las condiciones subjetivas que nos hacen posibles llegar a los conceptos. Husserl también considera la reflexión como conciencia: “Toda cogitatio (pensamiento) puede convertirse en objeto de la llamada ‘percepción interna’ y ulteriormente en objeto de una valoración reflexiva, de una aprobación o desaprobación”.
En el tercer sentido, fueron los idealistas románticos los que consideraron la reflexión como abstracción. Fichte dice que en la reflexión se verifica el acto por el cual se considera al Yo como limitado por el objeto. Schelling aclara “que la reflexión” es una abstracción porque ‘separa’ el objeto del Yo con el Yo mismo, en tanto que, en realidad, el objeto no es más que un producto del Yo”. Hegel dice de esta reflexión que abstrae, que “no produce más que sueños”. Esta reflexión separa el concepto de la realidad, en tanto que, para Hegel, concepto y realidad van unidos en virtud de la razón. Por eso para Hegel, la reflexión es la filosofía del sentido común.
Esta “reflexión” como abstracción es peligrosa. Es la de los románticos –idealistas empedernidos-: pues “separa” el verdadero contenido de la realidad con algún contenido soñado, que existe nada más que en la mente del soñador.
Cuando se reflexiona sobre la Historia , esta reflexión debe ser objetiva, no puede ser manipulación antojadiza de datos a favor o en contra de ideologías de moda. La Historia es ciencia empírica, nunca “interpretación” subjetiva; es acto de comprensión hacia los datos y hechos que se ubican en las “fuentes históricas”. Esto es de suma importancia, pues la autenticidad de la vida –individual y colectiva- depende de la adhesión que prestemos a la “razón histórica”. La lógica de esta razón es la dialéctica de las experiencias históricas, cadena en que todos los eslabones cuentan.
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