lunes, 18 de febrero de 2013

Romance anónimo

Seducción por la Intelección

Como es bien sabido, hay que seducir a las mujeres por su punto débil, por su lado frágil y blando; a las devotas –si es que las hay en estos tiempos de  afectos Light y relativismos ecuménicos  - por la devoción y el fervor místico (llevarlas a misa todos los domingos); a las honestas por el anillo de compromiso (o la promesa de amores eternos con “libreta” y todo); a las venales por los regalitos y viajes (mientras más caros y lejanos mejor) y, por favor, ni hablar de separación de bienes; a las espirituales por un viaje al Cajón del Maipo o, una novela sobre la vida ejemplar de Sor Teresa de Calcuta, mejor aún un viaje inolvidable a Los Himalayas tibetanos.

Psiquis y yo, hemos tenido siempre una marcada inclinación por las féminas intelectuales, o las que aparentan serlo. La inteligencia femenina, para nosotros, siempre ha residido en una cierta y chispeante vivacidad del espíritu, una jovialidad juguetona que divierte y entretiene y el don de la réplica argumentada.
Hay un cierto tipo de mujeres que se le consigue, literalmente, solo por el razonamiento. Entonces, Psiquis y yo- les probamos con premisa mayor, premisa menor y conclusión, que ellas deben, de acuerdo con la lógica más rigurosa, entregársenos de manera total.

“Razonemos un poco” le decimos a Marcela; “Si tu enojoso deber te fuerza a rechazarme pesar tuyo, ese deber te resulta una carga; ahora bien, si te resulta una carga, es tu enemigo vital, y si es tu enemigo ¿por qué lo sigues?...
Nunca nos ha gustado que una mujer pierda la cabeza – la mayoría de los amantes de hoy quiere arrancar a la mujer amada del control de la razón, del imperio de la reflexión. Mientras más aturdida esté mejor…mientras mas bobita sea mejor, mientras mas enajenada por el alcohol está…más fácil.
Sin caer en la pedantería –tratamos honestamente- con juicio seguro, razonando como un geómetra con finos instrumentos euclidianos, con teoremas y demostraciones llegar –primero- al centro espiritual de la mujer, para ir después ya sin dudas ni obstáculos a tomar posesión de su corazón y, al cabo del núcleo axial de toda su femineidad: su sexo.

¿Y tú, como enamoras?