Hay palabras que son equívocas cuando con ellas denominamos cosas que tienen poco que ver entre sí, esencialmente, en que nada importante en todas ellas sea equivalente. Así, la voz “león”, usada para nombrar al ilustre y feroz felino sea a la vez para designar los Papas romanos y una ciudad española. Alguna contingencia azarosa ha hecho que a una palabreja se le cuelguen diversas y heterogéneas significaciones, las cuales apuntan y nominan objetos substancialmente distintos. Los gramáticos - casta que sería sin disputa la más mísera, afligida, y dejada de la mano de los dioses si yo no acudiese a mitigar las desdichas de tan sórdida profesión con la ayuda de una dulce locura. No sólo han caído sobre ellos las cinco furias, es decir, las cinco ásperas calamidades de que habla el epigrama griego, sino mil, pues siempre se les ve famélicos y harapientos en sus escuelas, o pensaderos o, mejor dicho aún, obradores, y rodeados de verdugos en figura de un montón de chicos que les hacen envejecer antes de tiempo a fuerza de cansancio y que les aturden con sus gritos, amén de los hedores que exhalan; pero a pesar de esto, gracias a mí, se estiman por los primeros entre los hombres…al decir de Erasmo en Elogio de la locura- y lógicos hablan entonces de “polisemia”; el vocablo posee que múltiple significación.
Hoy día abundan las palabras que por decir una cosa dicen otra. El vocabulario se ha relativizado. Se habla con una inmanente caprichosidad de cualquier cosa de cualquier manera. En el vago sentido de los decires, la pluralidad de términos está plagada de lugares comunes y de vocablos tergiversados. Cuesta acomodar la capacidad de entendimiento a la realidad objetiva y se vive rodeado de la inaudita fantasía verbal del prójimo. Un frondoso renacimiento del yo romántico nos rodea y descubre en toda su vasta extensión el mundo interno ajeno, el me ipsum, la íntima conciencia, los secretos interiores, lo subjetivo…vapores de cerebros circunvalados de espejismos imaginarios. La vida parece una novela de aventuras. Realidades como Justicia y Verdad; o como esa muralla de ladrillos que veo a través de mi ventana ya no son tal, sino “interpretaciones” de este nuevo mundo aparte e ilusorio. Rodeados de aspas giratorias de molinos quijotescos nos cuesta ver la estricta realidad. La realidad se ha transformado en un ornamento inesencial y la tragicómica alma personal de la gente con su lirismo polisémico se ha apoderado de casi todo con su susbtancia voluble y tornadiza.
Hoy día abundan las palabras que por decir una cosa dicen otra. El vocabulario se ha relativizado. Se habla con una inmanente caprichosidad de cualquier cosa de cualquier manera. En el vago sentido de los decires, la pluralidad de términos está plagada de lugares comunes y de vocablos tergiversados. Cuesta acomodar la capacidad de entendimiento a la realidad objetiva y se vive rodeado de la inaudita fantasía verbal del prójimo. Un frondoso renacimiento del yo romántico nos rodea y descubre en toda su vasta extensión el mundo interno ajeno, el me ipsum, la íntima conciencia, los secretos interiores, lo subjetivo…vapores de cerebros circunvalados de espejismos imaginarios. La vida parece una novela de aventuras. Realidades como Justicia y Verdad; o como esa muralla de ladrillos que veo a través de mi ventana ya no son tal, sino “interpretaciones” de este nuevo mundo aparte e ilusorio. Rodeados de aspas giratorias de molinos quijotescos nos cuesta ver la estricta realidad. La realidad se ha transformado en un ornamento inesencial y la tragicómica alma personal de la gente con su lirismo polisémico se ha apoderado de casi todo con su susbtancia voluble y tornadiza.
“La realidad es de tan feroz genio que no tolera el ideal ni aun cuando es ella misma la idealizada.” Dice Ortega. Es tiempo de enterrar la poesía en honor a la verosimilitud y al determinismo. La fantasía produce inconexión.
La inconexión es aniquilamiento.
Produce odio que fabrica inconexión, que aísla y desvincula, atomiza el mundo, y desintegra la individualidad.