viernes, 6 de enero de 2012

Nicolo Paganini Capricio no. 5

La metafísica como salvación vital

De Karl Jaspers leemos en "Esclarecimiento existencial" lo siguiente:
"El hombre, salido de la infancia, trabaja, pero el látigo y el pan lo movilizan; entregado a la libertad, es inerte y lascivo. Su ser-ahí es comer, aparearse, dormir, y, si  cuando éstos se dan en medida insuficiente, la miseria. Para otro trabajo que no sea mecánico, que pudiera aprender, no es capaz. A él lo dominan la costumbre, además aquello que en su círculo se conoce como opinión general, y una necesidad de valer, que busca reemplazo para su faltante conciencia de sí. En el azar de su querer y hacer se hace patente su incapacidad para el destino. Lo pasado se le escurre rápida e indiferentemente, su previsión se limita a lo más próximo y grosero. Él no toma conciencia de su vida, sino sólo de sus días. No hay una fe que lo espiritualice, nada es para él incondicionado, a no ser la voluntad ciega de ser-ahí y el impulso vacío a la felicidad. Su ser permanece él mismo, si acaso él trabaja en la máquina o participa en la actividad de la ciencia, si acaso él manda u obedece, si acaso inseguro no sabe cuánto tiempo más tiene para comer, o su vida parece asegurada. De un lado para otro movido por situaciones está él constantemente tan sólo en el impulso de estar cerca de sus congéneres. Faltándole una continuidad fundamentada en la comunidad y en la lealtad de hombre a hombre, permanece como el ser de un día, sin el camino de una vida a partir del peso del ser sustancial".
Pero, para Jaspers esta no es la situación definitiva del bípedo implume...felizmente. Hay una posibibilidad de la existencia para salir de ese condicionamiento ilimitado en un mundo de intereses contingentes, conveniencias circunstanciales, apetitos por el poder temporales y éxitos efímeros.
Esta tensión entre dos mundos: mundo y trascendencia, ser-ahí  y existencia está presente transversalmente a través de toda la obra Jasperiana. La situación original del hombre es de una total desorientación.  Allí se acerca a la metafísica.
La Metafísica  es algo que el hombre hace y ese hacer metafísico  consiste en que el hombre busca una orientación radical en su situación. Esto parece implicar que la situación del hombre es una radical desorientación, o lo que es lo mismo, que a la esencia del hombre, a su verdadero ser no pertenece como uno de los atributos constituyentes el estar orientado sino que, al revés, es propio de la esencia humana estar el hombre radicalmente desorientado. Dice Ortega y Gasset en la Lección II de ¿Qué es Filosofía?
Para Ortega, Metafísica  es que el hombre hace cuando busca una orientación radical a su incómoda situación. Esto pre-supone que la situación del hombre es des-orientación. Decir  “desorientación” es decir “sentirse perdido”.” El hombre se siente perdido, no  por ratos, no algunas veces sino siempre, o lo que es igual,  que el hombre consiste sustantivamente en sentirse perdido. ¡Sentirse perdido! ¿Han reparado ustedes bien en lo que esas palabras por si mismas significan, sin trascender de ellas para nada? Sentirse perdido implica, por lo pronto, sentirse: esto es, hallarse, encontrarse a sí mismo, pero a la par, ese sí mismo que encuentra el   hombre al sentirse, consiste precisamente en un puro estar perdido.”
Vivir es encontrarse irremediablemente náufrago entre las cosas y los casos. No hay más remedio que tratar de agarrarse a ellas. Pero ellas son resbalosas, fluidas, indecisas, fortuitas. Por eso que nuestra relación con las cosas sea constitutivamente inseguridad. La vida no nos es dada ya hecha, sino que cada cual tiene que hacérsela, y el espíritu del hombre no es ser primariamente mero espectador de su existencia, sino autor de ésta; tiene que irla decidiendo y  haciendo de instante en instante. Si las cosas que nos rodean –la circunstancia- se nos impusieran absolutamente en cada instante, serían ellas las que decidieran de nosotros. Pero ahí está: las cosas en la estancia que nos circunda se presentan respecto de nosotros con un carácter indeciso, vacilante, dudoso. La vida, entonces, es primariamente encontrarse uno sumergido entre las cosas, y mientras es sólo esto consiste en sentirse absolutamente perdido. La vida es perdimiento. Por lo mismo nos obliga, queramos o no, a un esfuerzo voluntarioso para orientarse en el caos, para salvarse de esa perdición.
Este esfuerzo es el conocimiento que arranca del caos un proyecto de orden, un cosmos.

jueves, 5 de enero de 2012

El hombre: eterno insatisfecho

El hombre es un eterno insatisfecho. Si lo observamos “behaviorísticamente”; esto es, investigamos su comportamiento, , su conducta exterior, su “fuera”; caeremos en la cuenta que lo mueve un extraordinario afán de creación. Frente al mundo primigenio y espontáneo –la naturaleza- el hombre se comporta como un inadaptado, un insatisfecho, un infeliz; siempre creando “nuevos mundos”, mundos distintos al actual porque ya este le parece inadecuado, limitado.
Transforma, muda, metamorfosea, los objetos de este mundo corpóreo, tanto los físicos como los biológicos, de tal modo, que el resultado es la aparición –dentro del ámbito de las realidades- de una “cosa” totalmente nueva y distinta a las existentes hasta ahora. El hombre es un creador y la creación es: TECNICA.
El hombre en virtud de su desadaptación al medio en que vive, busca nuevas formas que le permitan vivir más cómodo, más “a gusto”; entonces, crea. Y a este constante quehacer humano –“creatio”-, se le ha dado en llamar: técnica. El hombre es un ser esencialmente técnico, un “homo thecnicus” . Y, al parecer seguirá así hasta el infinito, de ahí su eterna insatisfacción.

2.- Pero ¿porqué y para qué esa aspiración compulsiva de crear otros mundos?. Difícil pregunta.
Digamos primero que el hombre hace técnica en dos sentidos opuestos. Frente a la construcción de edificios, de máquinas, de cultivo del campo; se halla la creación de pinturas, poemas, sinfonías, ensayos, etc.
Frente a la técnica utilitaria hallamos estos enseres artísticos; los primeros se gastan y desgastan al usarlos, al hacerlos funcionar; en cambio, los otros, los objetos artísticos…no los gasta, ni mucho menos los “desgasta”. Se queda entre ellos, muchas veces absorto, al borde de inusitados paroxismos, al límite de insólitas y frenéticas emociones (Vamos a dejar de este análisis de este enigma tan tremebundo del alma humana).
¿Qué hace, entonces, con los instrumentos técnicos?. Digamos primero, que el hacer técnico es lo primero que el hombre hace. Decíamos que el ser humano es un eterno insatisfecho, y lo es porque no “encaja” en el mundo originario y espontáneo. Al no poder acomodarse a este mundo primario –como los animales y las plantas- , al no quedar tranquilamente incluido en él, busca afanosamente “otro mundo” cómodo y holgado para estar “a gusto”. El hombre está sumergido en la naturaleza, pero “no pertenece a la naturaleza”. Esto suena contradictorio, equivale a decir, que el hombre es un ente no natural, porque, aunque inserto en la naturaleza, es extraño a ella (es una suerte de extrañófilo…válganos el neologismo; alguien dijo por ahí, que el hombre es una especie de centauro ontológico; mitad cósmica existencia terrenal, mitad misteriosa y arcana esencia remota y ultrarreal). El hombre es, esencialmente, un descontento, y esto –no estar contento, la insatisfacción- es lo más alto que el hombre posee, precisamente porque se trata de una insatisfacción, porque desea tener mas de lo que tiene, desea cosas que no ha tenido nunca.

3.- El hombre, entonces, frente a un medio ambiente que no es el suyo (¿Cuál es el suyo?), primero se asombra y luego se extraña. Y ese revuelo de asombros y extrañamientos  solo puede significar una anomalía negativa en sentido behaviorista (conductista), es decir, afección, enfermedad.
El hombre es un ser constitutivamente enfermo (Tal vez esto explique la “irracional” destrucción de la naturaleza por un lado, y por otro, esa tendencia antibiótica que sufre el hombre atávicamente). Pero, sucede, que a los seres enfermos, la propia naturaleza los elimina, los débiles sucumben (por ejemplo, su cuerpo no está especialmente adaptado para la huida, la defensa propia o la cacería) ; el entorno es un filtro, la naturaleza elimina a aquellos que no están a la altura de las circunstancias…pero el hombre (Homo habilis)  lleva, mas o menos, ¡2.5 millones de años sobre el planeta!. O sea que, “hace algún tiempo, el hombre, enfermo y todo, intenta seguir viviendo. Y esto lo ha conseguido gracias a ¡la técnica!. Ha procurado gracias a su imaginación creadora y a sus manos fabriles “agenciarse” un medio “artificial” en donde poder mantenerse vivo, con el anhelo siempre encendido de llegar-a-ser-uno-con-el-universo,; como bien dicen frases que nos llegan de Oriente.
Se nos aparece, entonces, como un animal desgraciado, en la medida que es hombre. Y busca a través de la técnica un mundo propicio para él. Es en la medida que es hombre que no está adecuado a la “naturaleza”, al mundo natural y crea “nuevos mundos”. Es en este sentido una posibilidad, una constante posibilidad que, gracias a la Técnica –entre otros factores no menos importantes- se ha mantenido vivo sobre el planeta.

domingo, 1 de enero de 2012

¿Qué es esto de la filosofía?

¿Qué es la filosofía? Muchos se quedan con la respuesta etimológico-psicológica: amor al saber. Como si el amor o el deseo de conocimientos tuviera que ser, per sé, filosófico, cuando casi  siempre el deseo de saber es necesidad primaria práctica, técnica o científica, y las más de las veces trivial curiosidad o curiosidad infantiloide; y como si la filosofía no pudiese ser también algo más que un simple amor a la sapiencia, es decir, como si la filosofía no fuese, ella, por sí misma un saber, por humilde que sea. “Conocimiento del universo” o “todo cuanto hay” –esto ya no es tan humilde- dice Ortega y Gasset; su objeto es mas general y penetrantemente singular y lo alcanza todo de modo diferente. La filosofía –a diferencia de todo otro científico- es un embarcarse hacia lo desconocido…sin saber nada positivo acerca de su objeto, y con la posibilidad de volver sabiendo que nunca sabrá. Esta es la singular peripecia de la filosofía.

De cualquier modo, el conocimiento filosófico no es un saber doxográfico, un hilo cronológico de saberes del pretérito; un saber acerca de las obras de Platón, de Aristóteles, de Santo Tomás, de Hegel, Kant o de Ortega y Gasset. El saber filosófico es un saber acerca del presente y desde el presente. Un aterrizaje forzoso en la más concreta y actualísima realidad. Eso sí, la filosofía es un saber de segundo nivel, que pre-supone otros saberes previos, “de primer grado” (saberes técnicos, físicos, políticos, matemáticos, biológicos...). La filosofía, estrictamente, no es “la madre de las ciencias”, una madre que, una vez crecidas las hijas, se considera jubilada tras agradecer los auxilios entregados. Al contrario, la filosofía pre-supone un estado de las ciencias y de las técnicas suficientemente maduras para que, desde allí, pueda comenzar a instituirse como una disciplina puntualizada. Es por esto que también las ideas de las que se ocupa y preocupa la filosofía, ideas que emanan precisamente del enfronte de los más variopintos conceptos técnicos, políticos o científicos, a partir de un cierto estadio de desarrollo, son más cuantiosos a medida que se produce este desarrollo.
En la medida en que la filosofía no es un sencillo y llano amor a la sabiduría, sino un efectivo saber, el filósofo ha de ser, de algún modo, un sabio, dotado de una sabiduría sui generis (aunque sus compendios no sean, según sus detractores, muy diferente al de una docta ignorancia). Desde este punto de vista podría confundirse con un necio simplón todo aquel que se autodenomine: filósofo; aunque pretenda, tercamente, justificar su tontera apelando a la respuesta etimológica. Porque filósofo, como hombre sabio -es decir, no sólo profesor de filosofía-, es un calificativo que sólo puede recibirse aplicada y validada por los otros…aunque estrictamente esto no es necesario.

La respuesta a la pregunta ¿qué es la filosofía? sólo puede llevarse a buen término objetando otras respuestas que, junto a la propuesta, constituya una sistemática de respuestas posibles; porque el saber filosófico es siempre -y en esto se parece al saber político- un saber contra alguien, un saber bosquejado frente a otros pre-ten(d)idos saberes.
Lo que quiere decir que prácticamente es imposible responder a la pregunta ¿qué es la filosofía? si no es en función de otros saberes que constituyen los ejes coordenados de una educación mas poderosa del hombre y del ciudadano.