domingo, 28 de octubre de 2012

"Souvenir de Temeni" - Michel Dalle Ave

marcada contingencia

"No son los males violentos los que nos marcan, sino los males sordos, los insistentes, los tolerables, aquellos que forman parte de nuestra rutina y nos minan meticulosamente como el Tiempo." (Cioran)

“... poéticamente habita el hombre...?”

En un breve ensayo “El arte y el espacio”, de Martín Heidegger, dice: “¿Cómo encontrar la mismidad del espacio? Hay una senda, realmente estrecha, oscilante. Percibirla en la lengua nos es dado. ¿De qué nos habla en la palabra espacio? En ella habla el espaciar.
Significa: talar, liberar lo selvático. El espaciar conlleva lo libre, lo abierto, para un situarse y habitar del hombre.
Espaciar es, en sí, la liberación de sitios, donde los destinos del hombre existente se proyectan con el bien de una nación, o en la desdicha del exilio, o frente a la indiferencia de ambos.
Espaciar es dar curso a los sitios, en los que un dios aparece; sitios de donde los dioses han huido, sitios en donde se retarda la aparición de la divinidad.
El espaciar origina el situar que prepara a su vez el habitar.
Los espacios profanos son siempre la privación de antiguos espacios sagrados.
Espaciar es la liberación de sitios.
En el espaciar se manifiesta y se encierra un acontecer. Carácter éste del espaciar fácilmente desatendido. Y cuando es percibido, aún es difícil determinarlo, ante todo porque el espacio físico-técnico sigue siendo el espacio al cual toda denotación sobre lo espacial debe primeramente referirse.”
Los arquitectos universitarios se han apoderado de estos textos heidegerianos y se los introyectan –a la vena y sin anestesia- a los incautos estudiantes, tratando de decirles algo sobre que es el espacio. “En el espaciar se manifiesta y se encierra un acontecer”; con esta frasecita traída desde el mismísimo Olimpo quieren decir, por ejemplo, que en-espacio-baño-acontece-el-defecar.
Que el espacio está repleto de hoyos; qué, ¿Qué devendría del vacío del espacio? El vacío se me aparece casi siempre solamente como una carencia, una ausencia de algos. El vacío sería entonces como la carencia por colmar espacios huecos e intra-mundanos (los de fuera del mundo no cuentan). Pero ese espacio vacío está relacionado justamente con las particularidades del sitio y por eso no es una carencia sino una creación. En ese momento ya todos los todos los estudiantes y el  dueño de la cátedra son poetas, hermanos del mismísimo Dante y de Goethe…si porque “poéticamente habita el hombre” oyó decir Heidegger a Hölderlin; y se tomó de esa frase para construir un edificio ideológico, una caja lineal en donde los arquitectos pudieran encaramarse por sus ejes y jugar a ver quién-sube-mas-arriba.

“... poéticamente habita el hombre...?”. Que los poetas habitan a veces poéticamente –muchos aún mueren tuberculosos, escribiendo versos a la luz de una esmirriada vela, a su amada infiel-, es algo que aún podríamos imaginar. Sin embargo, ¿cómo “el hombre”, y esto significa: todo hombrecito que pisa la tierra, y siempre, puede habitar poéticamente? ¿No es más bien todo habitar incompatible con las melodías pastoriles de los poetas? Mas bien nuestro habitar está atormentado por la escasez y  carestía de viviendas dignas. Aunque esto no fuera así, hoy día nuestro habitar –muchas veces en un cuarto de tres por tres- está espoleado por un trabajo cansador y poco estimulante -inestable debido a la competencia infernal de ventajitas y éxitos efímeros-, apresado por el encanto de las empresas de placeres y de ocios. Pero aún allí donde, en este co-habitar viciado de hoy queda aún huecos en el espacio y se ha podido ahorrar sacrificadamente algo de tiempo para lo poético, en el mejor de los casos, esto acontece por inter-medio de una ocupación con las artes y las letras, ya sean éstas escritas o emitidas (Internet, radio o televisión). La poesía queda entonces negada como un inútil u caduco languidecer o un mariposear hacia mundos irreales y ultramundanos y es –por la mayoría- rechazada como evasión a otros espacios, quizás idílicos o quizás infestados de demonios, como vía de escape de realidades agobiantes.
Heidegger aclara que los “Mortales” son los que habitan la tierra. Los inmortales la habitan pero no son hombres (¿serán arquitectos?) Los mortales son los hombres. “Se llaman mortales porque pueden morir. Morir significa ser capaz de la muerte como muer­te. Sólo el hombre muere, y además de un modo permanente, mientras está en la tierra, bajo el cielo, ante los divinos. Cuando nombramos a los mortales, estamos pensando en los otros Tres pero no estamos considerando la simplicidad de los Cuatro”.
¿Los Cuatro?, excúsenme, hasta aquí no más llegamos por hoy día.