martes, 4 de octubre de 2011

Arqueología personal

La búsqueda de la identidad en una necesidad primaria. Y esto no es una expresión hiperbólica. Sobre todo en épocas de incertidumbre va el hombre a buscar, a buscarse a sí mismo. Las épocas de inseguridades son las más propicias para la autognosis. Pareciera que ninguna impresión y  expresión externa logra alzar las esclusas levantadas en su contorno. En esos tiempos más que vivir, nos miramos vivir. El Yo cierra sus portones y se vive la vida en privado, hacia adentro. Son los mejores momentos para el arqueo personal, para hacer un inventario íntimo. Es en las épocas difíciles en que el hombre busca su identidad, se busca a sí mismo, sale a buscarse a sí mismo en el entorno. Hace arqueología, hace antropología, hace filosofía, hace historia.
La importancia del conocimiento de sí mismo, que ya Sócrates proclamó de modo vigoroso, lejos de haber perdido su vigencia, parece haberse acrecentado en nuestra circunstancia.
Buscar la identidad es buscar la unidad de la sustancia. Este concepto es legado del griego Aristóteles: "En sentido esencial, las cosas son idénticas del mismo modo en que son unidad, ya que son idénticas cuando es una sola su materia (en especie o número) o cuando una sustancia es una. Es, por tanto, evidente que la identidad de cualquier modo es una unidad, ya sea que la unidad se refiera a la pluralidad de las cosas, ya sea que se refiera a una única cosa, considerada como dos, como resulta cuando se dice que la cosa es idéntica a sí misma" (Metafísica).
Cuando se busca la identidad del hombre, se busca, entonces, la unidad de la sustancia. Y esta idea parte de la creencia de que existe un principio intelectual superior, sobreindividual y hasta divino, uno en todos los hombres, porque todo participa en él, principio universal y eterno que al obrar sobre otras capacidades del hombre posibilita el conocimiento y la racionalidad.
Por uno de los polos, el hombre, se comporta de modo individual; por el otro, se orienta objetiva y universalmente, hacia instancias y valores que son unívocos en el hombre -del hombre y para el hombre-. Entonces, desde los albores del mundo, en virtud de ese espíritu universal, producto de la unidad de la sustancia...es uno y solo uno, pues posee, también voluntad de unidad, de coherencia; unidad como propósito y designio.
Partiendo de esta idea aristotélica -recordemos que el realismo aristotélico en esta parte del mundo es nuestro oxígeno cultural- de la unidad de la sustancia, el hombre en todos los lugares del mundo; el egipcio, el armenio, el italiano, el peruano; el californiano, el madrileño, el neoyorquino, el andino, parte en un viaje retrospectivo a la búsqueda de los "modos de ser", de las evidencias objetivas, de las huellas de sus pasos: música, escultura, arquitectura, numismática, etc., etc. A través del estudio de lo antiguo -arqueología- zarpa el hombre desde el presente -inasible por lo fugaz- hacia el mar océano del pasado, en busca de su arte, de su ciencia, de su entera vida cultural, para saber a qué atenerse en el mundo contingente y ser dueño de los tiempos por venir. 

1 comentario:

  1. Todo depende de qué creamos ser cada uno, de si nos vemos como en realidad somos o si tenemos una distorsión de la realidad personal... a veces el espejo tb. se equivoca.
    Saludos

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