Los asuntos de los que se ocupa la filosofía no son las cosas de la cultura general, las objetividades culturales del neo-kantismo instauradas por el yo trascendental; son los detalles cotidianos, lo cercano y contingente, las cosas pequeñas de la vida, es decir, el mundo vital que me rodea, el mundo de la experiencia contigua e inmediata y antepredicativa de la conciencia, que subyace a las construcciones teóricas con que pensamos lo que llamamos realidad. En clave fenomenológica, Ortega encuentra el logos en el mundo vital. Ahí las cosas se desnudan y muestran su ser más llano y sencillo, sin disquisiciones añadidas a su puro aparecerse ante la conciencia. Las cosas tal como se nos proveen naturalmente poseen un modo de ser fijo e independiente de toda teorización. La filosofía, como ciencia radical de esencias, consiste en la captura de este ser primario y prerreflexivo. “Vida individual, lo inmediato, la circunstancia, son diversos nombres para una misma cosa: aquellas porciones de la vida de que no se ha extraído todavía el espíritu que encierran, su logos”.
Este mundo vital donde las cosas se nos dan inmediatamente es lo que Ortega y Gasset llama ‘circunstancia’: “¡Circum-stantia! ¡Las cosas mudas que están en nuestro próximo derredor!”. Capturar y extraer ese ser primario de las cosas será la misión ‘salvadora’ de la filosofía.
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