miércoles, 18 de enero de 2012

Corrosiva envidia

“De lo que llaman los hombres
virtud, justicia y bondad,
una mitad es envidia,
y la otra no es caridad.”
Antonio Machado.

La envidia es un acto involuntario que la sufre, a pesar suyo, el envidioso. Es un culto involuntario a lo meritorio, a lo excelente; en que los envidiosos, a pesar suyo, se han convertido en su discípulo, en su adepto; en su acólito más devoto.
El Yago de Shakeaspeare es el icono exacto de la envidia universal. Repleto de infamias sombrías, de cobardías  funestas, capaz de todas las traiciones y de todas las falsedades.
El envidioso pertenece a una ralea de éticas y morales raquíticas, entecas y anémicas, doblemente mezquinas, digna de compasión y al mismo tiempo de desprecio. Sin coraje para eliminar el objeto de su envidia se resigna a vivir como un villano; rebajando a los otros con críticas solapadas (de pasillo) desesperado e incapaz de generar sus propias competencias.
Hay envidiosos pasivos y activos; el pasivo es solemne, sentencioso y asume posturas mayestáticas, el activo es un escorpión atrabiliario capaz de  clavarte una daga por la espalda.
Es servíl, chupamedias y lameculos, no retrocede ante ninguna bajeza; cuando alguien se levanta ante sus narices aplica la pragmática del “chaqueteo”; utiliza desde su irremediable pequeñez del inferior las tácticas de la insidia y la hipócrita adulación maquiavélica de una elocuencia llena de rodeos y circunloquios  adornados con elogios reticentes y de viscosidades urticantes. Se habla de morirse de envidia, y es un decir popular. ¡Morirse de envidia! Es que no hay otra forma de morirse, es un estado premortis. Y todo el que se muere, muere de esa envidia que fue el origen sobrenatural de la muerte. La envidia se expresa comúnmente, según el decir popular, por una palidez extrema, la piel amarillo-opaca, apergaminada y seca, como si por ella se perdiera la sangre.

No hay que ir muy lejos para encontrar a estos especimenes sociales, que como sanguijuelas, chapan la sangre de sus semejantes que –a veces- ha logrado encumbrarse por los peldaños de la jerarquía social, que acá en  Chile es tan representativa de las personas. Todos, cual más cual menos, andamos como perros de presa tras un reconocimiento que nos permita subir un peldañito más. Periodistas, arquitectos, profesores y políticos integran el Estado Mayor de la envidia; que como dice Quevedo, va tan flaca y amarilla porque muerde y no come… y tampoco deja comer.
Aquí en la fauna bloguera nos hemos topado con muchos de estos discípulos del exterminio; acosadores, chantajistas, manipuladores, psudocensores, dictadores de opereta,  teólogos y demagogos que neo-estafan (utilizando la informática para ello) que operan bajo estandartes non sequitur de bien "común", justicia social, "paz" e igualdad, libertades expresivas; mientras mañosamente saquean constantemente valores al atacar o perjudicar a bloguer poco perspicaces. Usualmente esas "autoridades" del nuevo gaytrinar de la estafa, son quienes engatusan a personas que abandonan responsabilidades para que esta acepte sus autoridades inmorales…Tales "autoridades" neo-estafadoras sobreviven promoviendo sus trucos místicos, sus nigromancias, sus agorerías y filosofías especiosas, chantajistas, tramposas, ladronas  o “altruísticas” de auto-sacrificio para poder controlar a los que se descuidan o se abandonan temporalmente, para estafar sin piedad a los verdaderos hacedores. En todas partes se cuecen habas.

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