La música siempre he ejercido un efecto balsámico en nosotros. Escuchando el Adagio de Albinoni nos olvidamos del mundo y sus alrededores. Nuestro sistema neurovegetativo regulariza sus primigenias pulsaciones atávicas y se transforma en un especialista en neurología funcional (nos hemos ahorrado plata en alienistas). Beethoven nos recrea una sensación de libertad y rectitud que nos permite respirar y pensar con facilidad. Bach nos ayuda convocar a las musas y pone en evidencia nuestro modesto potencial creativo.
Con la música sentimos constantemente una felicidad y un sentimiento que nos impulsa a la perfección que no se encuentra en ningún otra dimensión de la realidad, por mas fantástica, jovial, deportiva y alegre que este sea. La música nos traslada a otro universo, nos hace resonar a través de nuestras fibras más sensibles. Gracias a la música podemos vibrar con nosotros mismos, tomar conciencia de nuestra conciencia y comenzar el descifre de nuestro encriptado Ser. Bach nos sorprende, nos deja atónitos, nos lleva de la mano a zonas crepusculares de la mente y nos encontramos con el ser Creador; con su música nos conduce al lugar donde comenzábamos a ser nosotros mismos, nos iniciábamos en la tesaurización de realidades. Es un “viaje a la semilla”.
Se dice que "La música preexiste al lenguaje". Ella toma a cargo el cuerpo en su totalidad afín de modelarlo en una arquitectura verbalizante. De la música nacen los ritmos y las entonaciones inherentes a los procesos lingüísticos.
Mozart equilibra nuestras neuronas. Nos ayuda a encontrar la armonía en todos los niveles: corporal y psíquico. Esta armonía corporal y psíquica supone una coordinación homogénea, equilibrada y estética en el verdadero sentido de la palabra. Albert Einstein, que aparte de extraordinario científico era un experto mozartiano, había señalado que: "la sonata K448 es una de las más profundas y maduras de todas las composiciones escritas por el compositor". Según parece, acostumbraba a escucharla en sus momentos más creativos. El efecto se refiere a que grupos de estudiantes, después de haber escuchado durante 10 minutos la sonata, mejoraron temporalmente su razonamiento espacio temporal, en cuantías de 8 ó 9 puntos, medidos mediante pruebas objetivas de coeficientes intelectuales.
Hace falta profundizar científicamente más en las relaciones entre música y actividades cerebrales. Mientras tanto deleitémonos con Bach, Beethoven , Mozart, etc. y aconsejemos que hagan lo mismo nuestros futuros arquitectos, matemáticos, pilotos, controladores aéreos, jugadores de ajedrez, etcétera, cuyas habilidades espacio-temporales son esenciales. A los Blogeros, en el enfronte terrible con “la máquina que calcula” aconsejamos reproducir “Las Cuatro Estaciones” de Vivaldi…, Calíope, Clío, Melpómene, Talía, Euterpe, Terpsícore, Erato, Polimnia y Urania; por lo menos una de las nueve Deidades-musas vendrá a tocarnos el alma con sus manos incorpóreas.
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