lunes, 11 de julio de 2016
Filosofía en Supositorios
Algunos quieren convertir en crema pastosa, en un bitumen resbaloso, en un
bálsamo oleinoso, en un caldo sahumérico, en un azolve mizcleño… a la
filosofía. Revolverla con algunos trozos del voluntarismo shopenhahueriano y
mercantilizarla en potes de bakelita taiwanesa. Sí señor. Moler y remoler
algunos trozos de la sagrada metafísica aristotélica, convertirla en microgránulos
ambarinos, encapsularlos y enfrascarlos y lucirlos entre la fármacopea como
purificador de ánimas depresivas. El sacratísimo recinto de los jardines de
Academo (que reza eternamente “nadie entre aquí si no sabe geometría”), en
donde el hombre de los anchos hombros se reunía con sus discípulos para pelar
el Ser y buscar el cuesco esencial de su entelequia… lo quieren convertir en
una santería, en una venta de fetiches miniaturizados, sahumerios para
“descargar” habitáculos, pócimas de amor brujo, figurillas de yeso que
representan engaños y fraudulencias. Junto a frascos de brebajes –al más puro estilo del de
fierabrás- de botica de barrio, les ha dado a algunos poner molienda del Tractatus de Baruch Spinoza para evitar
la miopía mental metafórica.
Se sabe que Karl Jaspers fue, primero psiquiatra, y después filósofo…como
debe ser. Y esto lo han convertido en un slogan estúpido, justamente, algunos
psiquiatras y psicólogos y, en un rapto de conversión de cariz catastrófico, un
deslumbramiento anómalo de ribetes paranormales; se han vestido con la sotana
sacra de la logia filosófica y han bebido del cáliz sagrado del “éxtasis
repentino” órfico, y han abierto oficinas consultoras disfrazadas de sacristías
confesionarias para incautos y desprevenidos.
Es Ortega y Gasset, juguetón, como siempre; quién dice que la filosofía es
un “paisaje de infinita inquietud mental”, y que su historia tiene “un
divertido aspecto de dulce manicomio”, que muestra rasgos similares a la
demencia por la profunda inquietud que provoca.
A fuerza de no encontrar respuestas en el “Manual de Estadística y
Diagnóstico”, los médicos psiquiatras hurgan en el baúl sin fondo de la
filosofía, buscando diagnosis y posologías. Para cada actitud “extraña”
individual o colectiva inventan un nuevo mal: “síndrome fóbico por presencia de
pollos ante el merodeo de la gripe aviar”…y lo añaden al “Manual”. Hasta han
creado una organización de “filosofía
práctica”, la APPA ;
con sede en Nueva York. La filosofía ha dado a luz el utilitarismo de Locke,
pero ella, en sí misma jamás podrá ser utilitaria; todo lo extremo contrario,
es perfecta inutilidad y, a probado hasta ahora, ser inconducente e
improcedente.
No se pretenda salir de un estado estuporoso provocado por un desencuentro
con el jefe, leyendo los teoremas de la incompletitud de Gödel; o frente a una
declarada melancolía de raíces genéticas buscar asilo emotivo en el optimismo
de Leibniz; o ante un cuadro de grave afasia intelectual dar como “receta” aprehender
el método cartesiano; o ante una caída de la fe religiosa buscar asilo ascético
en Kongfuzi de la mano de Martín Buber.
Los psiquiatras deben seguir medicamentando a sus pacientes con Prozac y
dejar a Platón en su plácida Academia; deben continuar con el psicoanálisis
freudiano, tratativas conductistas pavlovianas,
electrochoc, lobotomías, hipnosis, escáneres TAC, test de la Barby y Kent,
electrocardiogramas, quimioterapias…segundas opiniones, etc. y dejar a la
filosofía que cumpla su rol para la que fue “in-fundada” desde la gloriosa
Atenas del 450 a .C.:
tomar conciencia del “saber-que-no-se-sabe”.
lunes, 25 de enero de 2016
la simpatía y la empatía
hizo a Caín criminal
¡Gloria a Caín! Hoy el vicio
es lo que se envidia más.
(Antonio Machado)
Cada día nos cruzamos con infinidad de personas, lo verdaderamente complejo es encontrar a alguien que nos acepte por lo que auténticamente somos; con nuestros numerosos defectos y una ausencia casi total de virtudes. Que sintonice psicológicamente, que se produzcan esos fenómenos tan propalados, por la jerigonza tremebunda de los alienistas, pero muy poco comprendidos y fácticamente poco realizados: la simpatía y la empatía. La simpatía es una forma muy básica por la cual estamos conectados con otras personas. Sentimos más simpatía si la persona con la que interactuamos es más parecida a nosotros, en personalidad y fisiológicamente. Cuando alguien actúa de modo atípico, extrañas extravagancias, con singularidades propias y particulares; se siente que la otra persona mes extraña, es diferente, es un absoluto desconocido, en nada parecido a nosotros. Hay que alejarse de él.
La empatía, por otro lado, se ve como una capacidad de base genética para entenderse, relacionarse y reaccionar frente y ante los demás, se considera que se desarrolla en un continuo, apareciendo ya desde los primeros meses de vida, aunque mostrándose en muy diferente grado en los distintos individuos. Es como un grado de sintonía afectiva –sentir con el otro en amorosa colaboración afectiva-, con las demás personas y el ambiente circundante. Empatía es tratar de “ponerse en los zapatos de la otra persona” sin embargo, esto no se logra en un 100 por ciento, lo único, pero la intencionalidad de signo positivo queda reverberando en la circunstancia. Los psicoanalistas tienen otras definiciones para el término, pero nos quedaremos con lo dicho.
La empatía, también, entendida como la capacidad para adoptar el punto de vista y el rol del otro, del absolutamente otro y, a veces peligrosamente próximo. Así como para valorar y discriminar las emociones de los demás, es, entonces, un elemento clave en el desarrollo de los exosistemas social-individual que también parece verse afectado por los malos tratos, por las descalificaciones, la discriminación, el engaño, la envidia.
La Cibernética
En Creta reinaba el poderoso Rey Minos. Su
capital era célebre en el mundo por el laberinto –diseñado por Dédalo-, un
recinto lleno de intrincados corredores, del que era casi imposible encontrar
la salida. En el interior vivía el terrible Minotauro, un monstruo con cabeza
de toro y cuerpo de hombre, fruto de los amores de Pasifae, la esposa de Minos,
con un toro que Poseidón (infidelidad y zoofilia flagrante), dios de los mares.
En cada novilunio había que sacrificar un hombre al Minotauro, pues cuando el monstruo
no satisfacía su apetito, se precipitaba fuera del laberinto para sembrar la
muerte y desolación de los habitantes de la comarca.
Teseo –el jovencito- ató el extremo del hilo que le dio la bella Ariadna a la
entrada del laberinto y lo fue desenrollando,
a medida que avanzaba por los intrincados corredores. Tras mucho caminar,
penetró en una gran sala y se encontró frente al temible Minotauro, que bramaba
de furor y se lanzó, furioso contra el joven Teseo. El Minotauro era tan
espantoso, que Teseo estuvo a punto de desfallecer, pero consiguió vencerle con
la espada flamígera que era mágica. Le bastó luego seguir el hilo de Ariadna en
sentido inverso y pronto pudo llegar a la puerta de ESCAPE.
Desde entonces, desde l siglo VI a.C. es venerado en un culto particular. Cada
año se celebraba el recuerdo del viaje de Teseo a Creta con abundantes carretes
y entretenimientos, que se extendían desde el 6 al 12 de Pianepsio, es decir el
Octubre de nuestros días. El punto culminante de las fiestas eran la “Cibernesias”,
fiestas que glorificaban el arte de la navegación y se celebraban la tarde del
sexto día en Falerón; según la leyenda habían sido instituidas por el mismísimo
Teseo en homenaje a Nautísoo y Fayáxx, sus pilotos del barco –y compañeros de
jarana- que lo condujeron a Creta.
La palabra Kybernétes (ciberneta) desde aquella antigüedad remota tiene el
sentido de timonel, piloto, navegante. De allí viene la palabra Cibernauta como
navegante en este océano de la Información. Se habla de cibercultura, etc.
etc…Hoy día la Cibernética
es la ciencia que se ocupa de los sistemas de control y de comunicación en las
personas y en las máquinas, estudiando y aprovechando todos sus aspectos y
mecanismos comunes. El nacimiento de la Cibernética como ciencia se estableció en el año
1942, volviendo a poner en uso aquel término acuñado en aquellos tiempos
míticos.
Sobre la Amistad
La amistad, como sabemos, tiene una función básicamente
integradora en la sociedad. Dentro del aprendizaje social de las relaciones con
los demás, la amistad ( que siempre es voluntaria y algo de interesada) permite
que se tome conciencia de la realidad del otro, se formen actitudes sociales y
se tenga experiencia de las relaciones interpersonales.
Cuando el afecto amoroso es honesto y sincero
se hizo hábito en alguien, se dice que se quiere con un amor de amigo. Al decir
que es un hábito también decimos que se construye, es una unión –simbiótica
generalmente- que se fragua con devenir del tiempo.
El amor de amistad se coloca decididamente fuera del ambiente familiar y se
aparta de la coloración sexual. Según Santo Tomás, el amor de amistad es un
amor perfecto. En este amor perfecto salgo totalmente fuera de mí y voy a mi amigo del alma; yo amo a mi amigo
por él mismo, con sus excelencias y debilidades. Es un éxtasis de la intimidad
(éxtasis no como algo sobrenatural, simplemente es estar fuera de sí), "la
unión afectiva íntima entre el amante y el amado, que es el amor, supone la
salida del amante de sí mismo y su persistencia afectiva en el amado, el
éxtasis." En ese éxtasis yo me encuentro a mí mismo en el otro, su
humanidad se transforma en mi refugio, en mi cobija y resguardo de las tantas
afrentas diarias. Es el acto más encumbrado del amor, es la aprobación que hace
mi intimidad de la intimidad del otro. Esta intimidad no es un espacio cerrado,
sin aperturas ventilatorias, sino una relación que une por dentro a las personas,
en el ámbito luminoso del amor amical. "La intimidad, interioridad
relacionada, se forma o fragua en el curso de la vida personal - el hombre
comienza a descubrir la intimidad en una etapa de su vida -, y podemos
contribuir a promoverla, a impulsarla con en el otro y en otro: es más, ella no
se profundiza ni se amplía sin el contacto, roce, fricción con el otro. Una
intimidad es fuerte en la misma medida en que tiene capacidad de compartir y de
relacionarse creativamente." Por eso esta interioridad, esta intimidad no
es distancia sino que se convierte en vínculo. No hay otro modo de apertura
personal total que la realizada en la intimidad de las conversaciones frente a
una cerveza.
Pero hoy día se practican amistados
descaradamente interesadas y, se aplica al fenómeno de la amistad como unión
simbiótica, se le considera una forma inmadura de plantear y practicas
amistades. Podría hablarse de unión simbiótica entre el feto y la madre
embarazada; la sumisión o masoquismo, donde la persona renuncia a su integridad
convirtiéndose en instrumento manipulador de alguien o algo ajeno a él; la
dominación o sadismo, forma activa frente a la pasiva que representa la
sumisión, quien escapa de su soledad creando en otro individuo la prolongación
de su ser. La mayoría de los “amigos” de hoy nadan como rémoras adheridos como
parásitos a la sombra del gigante tiburón. Usufructuando de las sobras que va
dejando de sus festines carbonarios y, a cambio, las pequeñas rémoras le
limpian la piel y el interior de la boca.
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Pútas el huevón Simpático…
Pero
volviendo a las cualidades ocultas, esta voz, que nada significa, se refuerza
en los libros, y en las Escuelas, con las de Simpatía, y Antipatía,
equivalentes en la obscuridad, y en la aplicación. Son voces Griegas que aunque
ya vulgarizadas, siempre se quedaron Griegas, porque nada explican. Su más
frecuente uso es cuando se trata de aquellos efectos que, por más raros se
hacen más admirables, especialmente donde hay algún género de atracción, o
repulsión entre dos cosas. Por lo cual Plinio definió la Simpatía , y Antipatía,
diciendo, que son amor (la
Simpatía ), y odio (la Antipatía ) de las cosas que carecen de sentido:
Odia, amicitiaeque rerum surdarum ac
sensu carentium. Los que las explican que son consenso, y disenso, o
concordia, y discordia, dicen lo mismo. Los que dicen que la Simpatía , y Antipatía
consisten en la semejanza, o desemejanza de toda la susbtancia entre dos cosas,
queriendo explicarlo más, lo enredan más. Simpatía, y
Antipatía. Benito Jerónimo Feijoo
La simpatía, consiste en compartir los
sentimientos del otro, en experimentar con él/ella sinsabores e hilaridades y,
por otro lado; la preferencia, inclinación, la atracción psíquica hacia el
otro.
No llamamos simpático al irónico o al sardónico
o al cáustico, y es que ni la ironía ni la causticidad resultan simpáticos,
sino mas bien incómodo y fastidioso, en tanto que la simpatía es siempre amable
y jamás persigue la delación, el soplo, la acusación; sino mas bien la buena
onda, el compadraje, la complicidad.
La ironía y el sarcasmo molestan e irritan,
porque colocan al peligrosamente próximo, es decir, al prójimo, ante lo mas
execrable de sí mismo y, le obligan a confrontarlo; y a enfrentarse, por ende, con
sus debilidades, fragilidades, endeblez o inconsecuencias; pero la simpatía es
esencialmente acomodaticia, complaciente y cortés, y cubre con un barniz de
comprensión y tolerancia blandengue las asperezas e imperfecciones del carácter
o las pústulas, los abultamientos y las excrecencias verrugosas de la epidermis
psíquica.
Si el divino Sócrates hubiese sido un tipo bonachón
y simpaticón, es muy posible que, muy lejos de ser condenado a beber la cicuta,
se le hubiese otorgado una pensión jubilatoria vitalicia a cargo de las arcas
crematísticas Atenienses. Porque el simpático hace que nos sintamos complacidos,
agradados, “en onda”, pero esto tiene un precio; de ahí que sea bien llamado y
bien recibido en cualquier lugar y a cualquier hora. Además, el simpático
siempre vive en éxtasis –fuera de sí, pendiente de la aprobación de los demás-.
La ironía y el sarcasmo, en cambio, tienen su costado pedagógico, obligan a que
nos pongamos “en ojo”, nos cuestionemos aquello que no podemos o no queremos
cuestionar, y, como consecuencia, llaman a enfados y repulsas (no nos gusta
mirarnos al espejo y encontrarnos con una enojosa espinilla en la nariz). Así,
en tanto que el sujeto irónico es visto como un individuo molesto, irritante e
hiriente (un tábano, diría Sócrates), el simpático, en toda ocasión y
circunstancia, es una esperada alegre festividad.
Nos quedamos con esta simpática frase de uno de los más
grandes irónicos de la historia: George Bernard Shaw
Yo no simpatizo con nadie. Las personas
capaces no despiertan simpatías. No soy un hombre simpático, pero soy
indispensable.
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