De cualquier modo, el conocimiento filosófico no es un saber doxográfico, un hilo cronológico de saberes del pretérito; un saber acerca de las obras de Platón, de Aristóteles, de Santo Tomás, de Hegel, Kant o de Ortega y Gasset. El saber filosófico es un saber acerca del presente y desde el presente. Un aterrizaje forzoso en la más concreta y actualísima realidad. Eso sí, la filosofía es un saber de segundo nivel, que pre-supone otros saberes previos, “de primer grado” (saberes técnicos, físicos, políticos, matemáticos, biológicos...). La filosofía, estrictamente, no es “la madre de las ciencias”, una madre que, una vez crecidas las hijas, se considera jubilada tras agradecer los auxilios entregados. Al contrario, la filosofía pre-supone un estado de las ciencias y de las técnicas suficientemente maduras para que, desde allí, pueda comenzar a instituirse como una disciplina puntualizada. Es por esto que también las ideas de las que se ocupa y preocupa la filosofía, ideas que emanan precisamente del enfronte de los más variopintos conceptos técnicos, políticos o científicos, a partir de un cierto estadio de desarrollo, son más cuantiosos a medida que se produce este desarrollo.
En la medida en que la filosofía no es un sencillo y llano amor a la sabiduría, sino un efectivo saber, el filósofo ha de ser, de algún modo, un sabio, dotado de una sabiduría sui generis (aunque sus compendios no sean, según sus detractores, muy diferente al de una docta ignorancia). Desde este punto de vista podría confundirse con un necio simplón todo aquel que se autodenomine: filósofo; aunque pretenda, tercamente, justificar su tontera apelando a la respuesta etimológica. Porque filósofo, como hombre sabio -es decir, no sólo profesor de filosofía-, es un calificativo que sólo puede recibirse aplicada y validada por los otros…aunque estrictamente esto no es necesario.
La respuesta a la pregunta ¿qué es la filosofía? sólo puede llevarse a buen término objetando otras respuestas que, junto a la propuesta, constituya una sistemática de respuestas posibles; porque el saber filosófico es siempre -y en esto se parece al saber político- un saber contra alguien, un saber bosquejado frente a otros pre-ten(d)idos saberes.
Lo que quiere decir que prácticamente es imposible responder a la pregunta ¿qué es la filosofía? si no es en función de otros saberes que constituyen los ejes coordenados de una educación mas poderosa del hombre y del ciudadano.
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