jueves, 16 de febrero de 2012

Naranjas y realidades

Eso que acostumbradamente llamamos “mundo” no es otra cosa que el conjunto de las cosas reales. El mundo es una gran cosa repleta hasta los bordes de cosas más pequeñas. Este mundo de las cosas reales lo percibimos, lo “conocemos” a través de los sentidos. El hombre que dice conocer más mundo, es aquel que más datos, mas definiciones tiene acerca de las cosas que ha percibido a través de los sentidos. A este modo de aprehender la realidad del mundo se le ha llamado, desde Aristóteles: Realismo.
Este mundo de las cosas reales tiene su estructura. Digamos que en el mundo “hay” cosas. Las cosas “son”. Entonces, las cosas reales tienen “ser”. ¿Qué significa “ser”?. Significa una cosa muy simple, muy evidente e inmediata: significa que lo “hay” en mi vida.
Las cosas están ahí en mi vida. Aquella naranja sobre la mesa “está”. La naranja “es”, está ahí, en mi vida. La hay. En este sentido, este mundo de las cosas reales posee esta primera característica. Ser.
Pero, además, el ser de la naranja es un ser real. ¿Qué significa que sea real? (Real, viene da la voz latina “res”, que significa cosa). El modo de ser de las cosas es, además, real. Su ser es de este tipo especial que llamamos “ser real”. En oposición a los objetos ideales, se me presentan –ante los sentidos- con una individualidad de presencia que designamos con la palabra “real”. Así, tenemos dos categorías de este esfera de la objetividad: el ser y la realidad.

Pero estas cosas que contiene el mundo, además, de ser reales, en el sentido que hemos expuesto, son reales en el tiempo; es decir, poseen temporalidad. Esto quiere decir que tienen un ser que, en algún momento, comienza a ser, que está siendo y que en algún instante futuro dejará de ser. Esa sabrosa naranja que veo sobre la mesa, que tiene su “ser”, porque “está” en mi vida; que además es real porque puedo aprehenderla con mis sentidos es, casi seguro, que en unos días más no estará. No porque alguien se la coma, sino porque el tiempo habrá pasado a través de ella, transformándola e n otra cosa.  El ser de las cosas, entonces, está localizado en el tiempo, es temporal. Esta es otra categoría del ser de las cosas: la temporalidad. Pero también a estas cosas reales que están en el mundo y que son temporales, se añade otra categoría; la causalidad.
Ese ser real en el tiempo, ese ser que en algún momento empieza, que deviene y que termina; sufre secuencialmente, sucesivamente en el tiempo, transformaciones, mutaciones, cambios que acontecen de una manera aparentemente inteligible. Toda esta sucesión de pequeñas causas que van imprimiendo cambio a las cosas, es lo que llamamos causalidad. Por otro lado, este concepto expresa una posible forma de conocimiento  sobre las cosas que están en constante cambio, por cuanto manifiesta que esta sucesión de transformaciones en el tiempo es inteligible, es decir, reductible a leyes, es posible de conocer.
Hagámonos juntos la siguiente pregunta: cuando veo la naranja sobre la mesa, ¿qué veo?. Veo primero una cara, parte de ella (la que está frente a mí). Si Quero verla toda, tengo que dar vueltas alrededor de ella y ver lados sucesivos, de suerte que nunca la veo “junta”, integralmente. Y aunque la corte en mil pedazos y examine su composición molecular, su estructura atómica, jamás podré decir que “conozco” la naranja, pues estará cambiando a cada instante temporal…la naranja de hace un instante no es la misma al instante siguiente…¿podemos entonces conocer la realidad?.

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