Fue ya Aristóteles quién advirtió que nada existe en el mundo que el tiempo no lo consuma y destruya; nada dentro del universo que no sea medido y determinado por él.
En efecto, cruel ha sido el reinado del Cronos sobre el universo. El mismo dios que arrebató el trono de su padre Uranos, con violencia, no sabe conservar sus reinado, sino devorando a los hijos que genera. Símbolos de su poder: la filuda guadaña con la que elimina el pasado (mediante el parricidio) y el cuervo, ave oracular renegrida que le permite prever el futuro, también para eliminarlo (devorando a sus hijos).
Pero volvamos a la Física “ de Aristóteles: “Cuando, en efecto, distinguimos por la inteligencia (noesomen), las extremidades y el medio, y el alma declara que hay dos “ahora”, al anterior, por una parte, y el posterior, por otra, entonces decimos que eso es tiempo”.
Por ejemplo: han pasado 10.080 segundos desde la misma hora del jueves pasado hasta la misma hora del jueves actual; una semana ha pasado por cada vida de cada uno de nosotros. El día jueves pasado, marca la “extremidad”, el “ahora” anterior y. el jueves actual –por estas horas- señala la otra “extremidad”, el otro “ahora”, el posterior. El “medio”, el intervalo entremedio, también lo distinguimos cada uno de nosotros…entonces podemos afirmar que ha pasado el tiempo. Una semana, y decimos “una” semana, porque para describir el tiempo nos servimos de ciertos términos, uno de esos términos es la unidad. Este término le viene cuando nosotros percibimos el movimiento. Si colocamos un móvil entre un punto espacial A y otro B y hacemos que se desplace y hacemos marcas que segmenten en intervalos entre A y B; entonces podemos medir el tiempo. De allí la famosa y discutida frase aristotélica: “El tiempo es el número del movimiento según lo anterior y lo posterior”.
Durante esta semana ha pasado tiempo sobre todo el universo…una semana. Definir el tiempo es faena compleja. Pero diremos por ahora que nada de lo que constituye la temporalidad tiene consistencia mínima para ser defendido como real. A pesar de aquella frase aristotélica que nos dice que el tiempo está en todas partes y en todas las cosas, en las externas y en las internas, en lo que está en movimiento y en lo que está en reposo. El pasado ya ha sido, ya no es; por otro lado el futuro va a ser, no es todavía. Y lo que se llama “presente”, eliminando en el todo lo que contiene de pasado y futuro, queda reducido a un punto inespacial, “sin extensión”, ni siquiera unidimensional.
Curiosamente, en esa afilada arista sin espesor de lo que llamamos presente se realiza la existencia, se ejecuta y afirma lo real. Ahí se cumple el misterio del hombre…en ese átomo imponderable para la razón, palpita la inconmensurable eternidad.
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