martes, 6 de diciembre de 2011

La Duda fué el comienzo

¿Quién puede dudar que vive, recuerda, comprende, quiere, piensa, sabe y juzga? Tanto más cuanto que si duda, vive; si duda porque duda recuerda; si duda, comprende que duda; si duda, quiere estar cierto; si duda, piensa; si duda, sabe que no sabe; si duda, juzga que no conviene dar temerariamente su consentimiento. Quienquiera, pues, dudar de todo lo demás, no puede dudar de lo antes dicho, pues si no fuese así, no podría dudar de nada. ("De Trinitate", San Agustín)

Dudar es  ausencia de seguridad y claridad al mismo tiempo. Al irse difuminando la confianza y el trato “familiar” con las cosas, la incertidumbre mordiente, la duda corrosiva  va ganado terreno a la seguridad. El rostro más habitual de la duda es la inseguridad. La duda que utiliza el escéptico descreído, el incrédulo por que sí, que solo duda por dudar no sirve de mucho.
La duda metódica es la del filósofo como método para averiguar si es posible acercarse a la verdad. Esta es la duda metódica que utiliza Descartes (Yo puedo dudar de la existencia de todo menos de la existencia de mi duda). Mi duda, soy yo pensando, por tanto, no puedo dudar de mi existencia. Pienso, luego existo. "Dudo de todo, pero al dudar estoy pensando, y si pienso existo." Ha escrito Cartesio.
Cuando estamos en los terrenos de la duda, somos duales: “”dudar es dos cuando se debe ser uno” ha dicho un filósofo.
Por ejemplo, cuando vemos una imagen digital en Internet. Vemos un aspecto, una parte sesgada, una porción Y NO LA COSA ENTERA. Cuando nuestra pupila ve una naranja reluciente, vemos la cara que está frente a nuestra visión –en cada caso desde un punto de vista determinado-; y que pasa con la cara que no vemos…y si está podrida?. Nuestra percepción de las cosas es limitada, parcial, fragmentaria. Nunca vemos la cosa entera, orbitalmente, como “malla de alambre”, como se dice en la jerga 3D. Cuantas veces nos ha pasado que  cuando conocemos una persona, por su aspecto exterior, la etiquetamos, la clasificamos, la encasillamos, la catalogamos, la juzgamos. Cuando su verdadero mundo permanece oculto.
Lo mismo ocurre con toda nuestra circunstancia –la estancia que nos circunda-mundanal, vemos “perspectivas”, visiones incompletas, “aspectos” de una realidad nebulosa que al acercarse pereciera que graciosamente se alejara.

Cómo no dudar entonces. La duda es cuestionamiento: la duda es inicio del filosofar.

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