¿Usted es de los que disimulan una falta de
contacto emocional en vivo y en directo, pegándose al Facebook horas y horas?
¿Usted busca verdadera felicidad, intimidad y confianza a través de códigos
binarios que circulan por la supercarretera de la información? ¿Sufre usted de
carencias de afecto; falta de mimos y atenciones? ¿Acaso está infectado con el
virus de la insatisfacción, de la discordancia entre lo que quiere y lo que
tiene? ¿Su actual y factual realidad le
parece turbia y pesada, del punto de vista de las emociones?
Sus carencias emocionales lo han convertido –sin
usted darse cuenta (como sucede en casi todas las adicciones).- en un adicto
La sobre-estimulación que se
con-trae a través de Internet, tiende a tras-pasar un umbral témporo-espacial
de resistencia y agotamiento, que se des-precia y des-oye. En vez de parar,
vamos indeliberadamente un poco más allá, arrastrados por la pasión contra la
inquietante ansiedad, que provoca la ausencia de emociones en su fastidioso y
aburrido derrotero vital, re-cubriendo una cosa con otra. De este modo una
emocionante conversación en un chat erótico o en una línea 906 se inter-pone a
la ultra-necesidad de un relajante descanso, a la molestia penosa de un
nerviosismo fatigante y al crecimiento drástico de la cuenta telefónica.
El adicto es consciente de que el
tiempo pasa, la frustración se acrecienta, la fantasía se desvanece, se debería
parar pero la esperanza ciega se impone a todo: ya estamos en la fase
compulsiva. La compulsión nos está engañando no tanto porque nuestra aspiración
actual no se consumase para la alegría de su total humanidad –que, eso sí- sino
el fraude es al resto de sus deseos vitales que se des-precian olvidándose uno
de los “unos” de que se compone. Es decir, se olvida usted de su propia e
intransferible vida. Se olvida de sí mismo.
Internet promete la mismísima
iluminación mística y la todopoderosa fuerza del conocimiento intelectual, de
inagotable complacencia emocional, de libertad escópica en la que podemos
mirarlo todo (ubicuidad, como dicen los expertos en web), de vanguardia
esplendorosa que nos hace estar “a la última moda”, es decir, nos “ranquea”
dentro de los topten.
En la misma medida que promete
posibilidades psico-afectivas, nos justifica, y aparentemente somos razonables
sin saber que la razón supuesta no es más que una parodia tras la cual se
oculta la huida hacia el profundo y siempre desconocido adelante (la vida es
una faena que se hace hacia adelante). La angustia que experimentamos por las
carencias afectuosas separadamente de nosotros mismos –fuera de sí- puede
olvidarse buscando en otra parte, y esa parte puede ser un dolor para dolernos
de otra cosa, pero asimismo un placer que calma otra cosa que la que
necesitaríamos calmar. Y las ingratas concatenaciones
parecen no acabar nunca.
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