Esta palabreja siempre nos ha causado reconcomio, cierto ardor interior –como un arañazo, un desgarrón abrasivo, allá por las extremidades del ánima- y nos urge rascarnos desesperadamente. La palabra escéptico –sképticoi- significa "el que mira o examina cuidadosamente una cosa" y el escepticismo –se dice- es "la tendencia a mirar cuidadosamente" antes de emitir una opinión sobre algo, para después poder tomar alguna resolución.
Dicen los escépticos que el sujeto nunca puede aprehender el objeto ya que sólo lo podemos aprehender en forma condicional, limitada, parcial, restringida, accidental, mudadiza y relativa.
La finalidad de la escuela escéptica –sobre todo la de Pirrón 360/270 a.C- es conseguir la felicidad a través de la ataraxia - tranquilidad de ánimo o imperturbabilidad del espíritu por la ausencia de penas y temores: para los estoicos la ataraxia se consigue con el alejamiento radical de las pasiones., es decir, de la serenidad de espíritu; y sólo podremos llegar a ella a través de la crítica y la negación de cualquier doctrina determinada. Esta escuela de la antigua Roma, estaba formada por ciertos hombres terribles que se metían en las cabezas con argumentos rigurosos, apretados, filudos –como fino bisturí quirúrgico-, de manera que no había modo de zafarse. Los escépticos vivían en un constante descreimiento; siempre preguntándose por todas las cosas y todos los casos.
El escepticismo, en Filosofía- tiene una parte teórica y otra práctica; desde el aspecto teórico se trata de una teoría del conocimiento que indica que no hay saber absoluto y, por tanto, no existe ninguna opinión absolutamente certera; y desde el aspecto práctico, al no adherirse ni consentir ningún juicio ni a ningún criterio u opinión, el hombre encontraría la salvación y la paz interior, en la suspensión de juicio.
La suspensión del juicio (epojé o epoché): frente la problema del conocimiento los escépticos recomendaron la suspensión del juicio, como paso necesario para conseguir el estado mental adecuado para lograr la ataraxia, suspender la adhesión a cualquier discurso filosófico, incluso al propio discurso escéptico, a nuestro propio discurso.
Muchas veces las cosas parecen iguales en credibilidad, y por tanto no se puede afirmar a cual debe darse más crédito, por esto se recomienda la suspensión del juicio que consiste en mantener la mente en suspenso, sin afirmar ni rechazar nada.
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